FELICES FIESTAS Y A FINGIR DEMENCIA

En lo personal, las fiestas como concepto de reunión familiar obligada me parecen realmente una mierda. Primero me parece necesario organizarnos como sociedad y establecer un día hasta el cuál es pertinente desearse “Feliz Año Nuevo”. ¿Dos de enero? ¿Cinco? ¿Hasta desarmar el arbolito?

Ciertamente, en el contexto económico y político actual hay que estar bastante escindido de la realidad para tener el tupé de decir “felices fiestas”. Pero como ya me lo pidió mi madre, voy a intentar separar la política de este tipo de celebraciones. Me cuesta mucho empatizar con el entusiasmo desmedido de estas fechas caprichosas. ¿Tantos buenos deseos vas a tener? No es real, nadie es tan feliz. Hay un grupo de personas que se convierten en una especie de Claudio María Domínguez navideño. Son los mismos que en diciembre empiezan a usar palabras que no utilizan en su vida, como “próspero” o “anhelados”. “Que se cumplan tus deseos más anhelados…”. No conviene, creeme. Otro lugar común es: “que el espíritu navideño…”.  ¿Qué mierda es el espíritu navideño? No existe. Son los padres.

Dentro de los integrantes de mi familia está la tía Elvira (es una tía, ¿cómo se iba a llamar? Elvira, obvio. Podría ser Graciela o Marta, esos nombres de… tía). La tía llega a casa y empieza su show destructivo al instante. “¿Estás más gordita vos o me parece a mí?”. “¿Seguís con el estándar?” (refiriéndose al stand up). Paso siguiente, lo mira a su marido, Jorge Oscar (es un tío. Se llama Jorge Oscar, por supuesto. Nació de bigote y camiseta malla) y dice, buscando complicidad: “debe ser graciosa”. “DEBE SER”, dice.

Luego de su seudo monólogo mercenario, saca el regalo. Todos los años lo mismo. “Te traje un regalito, pero no sé si te va a entrar”. Se trata de una bombacha rosada culotte talle uno de jersey con un moño. Para mí, ojo, ¡para mí! Ese tipo de prendas, pasados los quince años me produce la misma sensación que el slip pasados los… nueve. Como ella no tiene mucha vida sexual con Jorge Oscar no debe querer que nadie más la tenga. Así es como soy propietaria de treinta bombachas rosadas sin estrenar, y no, no me entra ninguna. Podría abrir una mercería de barrio en la que nunca falten las bombachas rosadas.

Doce de la noche y todos los años el tío J.O. se disfraza de Papá Noel. Pasado de sidra, a esa hora ya se pone medio disfraz. La parte de arriba sí pertenece al traje y abajo un jean con ojotas DAVOR. El niño más chico de la familia tiene 12 años. TODOS sabemos que es el tío J.O. Así es como fingimos demencia y le festejamos esa carcajada que es lo más diferente a la del Sr. del Polo Norte que escuché en mi vida.

Elvira tiene Facebook con una foto de perfil que es una flor, como cualquier tía. Las personas más mayores de la familia usan mucho “fbk” para comentar notas de los diarios y para etiquetarte en posteos de mascotas perdidas y celebraciones varias. En esta ocasión, la imagen en cuestión suele ser un árbol de navidad medio pixelado, con una frase escrita en dorado en letra cursiva espanto. Recuerdo cuando esta misma red social te armaba un árbol de Navidad y cada pelotita era el avatar de un contacto tuyo. Ahí quedaba plasmada una compañera de la primaria, un colega, el Taller Calderón y las canchas de Pádel que ya no existen desde el 2004. Todo horrible.

Me deprime la decoración de estas festividades. Los arbolitos suelen estar faltos de algún que otro plástico verde y se ve el alambre en la punta. El pesebre se fue rompiendo y se reemplazaron por piezas de otro juego por lo que quedan en distinta escala. El niño Jesús suele perderse y se reemplaza por un bebito de otro material. Las luces con sonido funcionan mal, entonces parece una canción de reguetón con mucho auto-tune. Y la estrella… hagas lo que hagas y sea como sea nunca, pero nunca, está derecha.

Espero que quienes hayan leído esta nota hayan pasado una fingida feliz Navidad.

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