ELECCIONES CANÍBALES

La Argentina en sus propias fauces

Hace tiempo que sabemos que vivimos en el marco de una crisis generalizada. Aunque, más que una cuestión de “saber”, se trata de una sensación de profunda angustia porque las últimas certezas que todavía quedaban en pie comienzan a desvanecerse. Desorientadxs y sin punto cardinal al que dirigirnos, perplejxs ante lo que no podemos ni siquiera empezar a perfilar, titubeantes, incrédulxs, cansadxs… lo único que este lunes pos eleccionario parece estar arrojando como saldo es que la desafección, el desencanto y la disconformidad reinantes nos dejaron ante la puerta de uno de los escenarios más temidos y, por ello, menos esperados.

La crisis de grandes proporciones a la que aludimos no abarca sólo las esferas económica o social, sino que se extiende al ámbito ecológico, al régimen de cuidados, incluyendo, por supuesto, al sistema político. Por este motivo, se habla de una crisis civilizatoria o, como dice Nancy Fraser, de una “crisis de hegemonía”. De hecho, en su último libro que se titula Capitalismo Caníbal[i], la autora dedica todas sus páginas a pensar los distintos mecanismos de los que este sistema se vale para poner en riesgo su propia existencia. La tesis central es que el capitalismo tiende ineludiblemente a socavar los cimientos naturales, políticos y sociales sobre los cuales se estructura y que, al hacerlo, amenaza con destruir las condiciones que posibilitan nuestra propia vida (y la del planeta).

En opinión de Fraser, la crisis de la democracia sólo puede ser comprendida si se la lee en un marco más amplio del orden social en su conjunto y en una perspectiva histórica que trasciende la coyuntura neoliberal para abarcar los sucesivos arreglos capitalistas a lo largo del tiempo. Así como sucede en otros planos como la ecología o el sistema de reproducción social, el capitalismo tiende a devorar el poder público que necesita para asegurar su acumulación sostenida. Y sobre este punto es contundente al afirmar que el capitalismo no existe sin un marco jurídico que asegure la propiedad privada y el intercambio de mercado. En otras palabras, sin poderes públicos que aseguren el ejercicio de los derechos propietarios, hagan cumplir los contratos, mantengan el orden, supriman el disenso, etc., todo proceso de acumulación deviene imposible. Uno de los puntos más filosos del análisis de la autora es que, al mismo tiempo que el capital se aprovecha de todos estos servicios que le provee el poder público, algunas fracciones capitalistas cada tanto se ven tentadas de atentar contra él por considerarlo inferior a los mercados. Pensando en el momento actual del capitalismo caracterizado por el gobierno de las finanzas, la conducta autofágica se revela por partida doble: por un lado, por la incapacidad que demuestran los estados para dar respuestas a los problemas y necesidades de las poblaciones y, por otro lado, por la independencia política de la que gozan las instituciones bancarias y financieras internacionales que, actuando en beneficio de los inversores, no están obligadas a rendirle cuentas a nadie. De allí que se nomine a este momento como la era de la “gobernabilidad sin gobierno”.

Haciendo un salto entre la abstracción de este planteo y lo sucedido ayer, no resulta tan costoso encontrar una analogía entre las principales propuestas contenidas en el programa de “gobierno” de Milei y el punto de Fraser. El propio candidato lo sintetiza de una manera magistral: “Qué mejor para el mercado que (gane) un economista pro-mercado”. A primera vista, la lógica más elemental indica que el triunfo de Milei es una buena noticia para la salud del mercado, aunque lo que quedaría oscurecido en este caso es que su promesa de acabar con el déficit fiscal por medio de un desmantelamiento profundo del aparato del estado pone en jaque, contradictoriamente, el sistema político que el capitalismo necesita para funcionar. Otro tanto podría decirse de la alianza que se posicionó segunda en los comicios y que se muestra más “moderada” o, para ser más precisxs, menos brutal.

Quizás sea necesario aclarar que lo que nos preocupa no tiene nada que ver con el socavamiento de las bases del capitalismo, sino con lo que puede ocurrirnos a nosotrxs y al planeta durante este proceso agónico de descomposición. Para Fraser, estas contradicciones irresolubles o puntos ciegos del sistema van a seguir minando lentamente nuestros medios de vida hasta que podamos oponerle una verdadera fuerza contrahegemónica.

Todos los tiempos históricos han requerido disponer la imaginación para encontrar puntos de fuga a lo que parece un callejón sin salida y este no es la excepción. De por sí, sostener la propia idea de fuga cuando nada o casi nada en el seno de una sociedad permite pensarla es un primer paso.

 

[i]Fraser, Nancy (2023) Capitalismo Caníbal. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

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