TODOS LOS LABERINTOS CONDUCEN A ROMA

Un laberinto de símbolos (…) Un invisible laberinto de tiempo. Ts’ui Pên diría una vez: “Me retiro a escribir un libro”. Y otra: “Me retiro a construir un laberinto”. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto.
(El Jardín de los Senderos que se Bifurcan, J.L. Borges)

En una pequeña librería de Villa Carlos Paz di con un libro cuya tabla de contenidos lo volvía muy prometedor. Su título es Lectura transmedia. Leer, escribir, conversar en el ecosistema de pantallas. Su autor, Francisco Albarello, docente investigador de la Universidad Austral. El libro trata lo que denomina el “fenómeno de lectura transmedia”, expresión que emplea para referir a las modalidades de lectura que tienen lugar en el ecosistema de pantallas, i. e., en laptops, celulares, y otros soportes digitales o “metamedios”. (Cf. Albarello 2019, 79) Me despertó mucho interés el recorrido histórico que plantea en torno a la noción de hipertexto en el capítulo 5 (titulado “El Software y la lectura. De los sistemas de hipertexto a Google”). La noción de hipertexto, argumenta, habría precipitado una nueva modalidad de lectura. Su devenir en estructura de datos, continúa el autor, posicionó al hipertexto como centro gravitatorio de nuestra cultura digital, entramando contenidos otrora inconexos y desdibujando la estricta división entre autor y lector. Puede resultar irónico, como le haré notar al lector durante el desarrollo de esta nota, que el desplazamiento hacia una modalidad de lectura con derivas impredecibles, caminos inciertos y destinos sorpresivos, haya sido posible gracias al desarrollo de un ambiente determinístico como (¿sin duda?) lo es el de la computación. Repasemos más de cerca las ideas del autor de Lectura transmedia respecto del hipertexto.

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Francisco Albarello argumenta que las diferentes modalidades de lectura que tuvieron lugar a lo largo de la historia estuvieron en buena medida motorizadas por el cambio tecnológico. (Cf. Albarello 2019, cap. 2) La imprenta marcaría el fin de la pluma y el papel -como soporte tecnológico paradigmático a la base de una específica modalidad de lectura- dando lugar a una nueva modalidad cuyas notas destacables son: (a) linealidad y secuencialidad en la lectura; (b) centralidad del autor; y, como consecuencia del punto anterior, (c) pasividad del lector. El hipertexto constituye el soporte de la modalidad de lectura transmedia, el paradigma que según Albarello habría desplazado al modelo de la imprenta. El autor define hipertexto con estas palabras:

“[Es] un tipo de lectura no secuencial, un tipo de texto que se bifurca y que permite al usuario elegir entre distintas opciones. El texto está organizado en bloques, también llamados nodos, y lo que une un nodo con otro se denomina ‘enlace’, ‘vínculo’ (link) o también ‘hipervínculo'”. (Albarello 2019, 103)

La noción seminal de hipertexto, argumenta a continuación, fue un vaso comunicante con movimientos filosóficos y literarios que cuestionaban, entre otras cosas, la posibilidad de una metaestructura del lenguaje capaz de abarcar todas las expresiones del quehacer humano. Esta concepción del lenguaje, cabe destacar, echa raíces en autores de la modernidad temprana que ya proyectaban la idea de una característica o gramática universal. (Cf. Foucault 2002, 9) La obra de Jorge L. Borges ha sido una fuente de renovadoras ideas para estas visiones críticas del lenguaje. Algunos de sus cuentos más destacables en relación con esta línea temática son: “El idioma analítico de John Wilkins” (1952), “Thön, Uqbar, Orbis Tertius” (1941) y el “El jardín de los senderos que se bifurcan” (1941). Albarello ejemplifica con este último cuento el vínculo entre literatura e hipertexto. El libro-laberinto del que nos habla el autor argentino en el “Jardín de los senderos que se bifurcan” transforma al usuario en un lector que toma decisiones y recorre el texto de manera no lineal. En fin, Borges presenta un texto heteróclito que trastoca el rol de usuario de un texto.

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El hipertexto se convertiría más tarde en una estructura de datos clave para nuestra experiencia con las tecnologías computacionales. Una historia varias veces contadas, aunque muy poco conocida, concierne al origen lógico-matemático que hizo posible las ciencias de la computación. Esta historia se remonta al filósofo G.W. Leibniz, quien durante la segunda mitad del siglo XVII postuló la idea de una gramática universal en la que todo el razonamiento humano se pudiera reducir a reglas de cálculo. (Cf. Davis 2000) Borges volvió tantas veces sobre autores como Leibniz… tomaba crítica distancia de sus propuestas al tiempo que deslizaba cierta fascinación por estas utopías epistémicas.

En los albores del siglo XX, David Hilbert elaboró un ambicioso programa de investigación metamatemático cuyo objetivo era ofrecer una prueba formal capaz de sentar los fundamentos últimos del conocimiento matemático. Hilbert planteó una serie de problemas de cuya resolución dependía la salud de los axiomas sobre los que el cuerpo de las matemáticas estaba erigido. Para la resolución de uno de estos problemas era preciso modelar la noción de cálculo efectivo o procedimiento mecánico: lo que hoy llamamos “algoritmo”. Así, la resolución de un problema lógico-matemático daría origen, de la mano de Turing y Church en 1936, a una teoría sobre la manipulación mecánica de símbolos. Esta teoría abrió la puerta al desarrollo de una tecnología que posibilitaba el control mecánico de la información: la creación de la primera computadora programable no tardaría en llegar y Leibniz descansaría finalmente en paz al ver concretado su sueño de reducir el lenguaje a un conjunto finito de reglas de cálculo.

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Capas y más capas de código computacional. Programas muy complejos que son procesados por otros programas como si de datos crudos se trataran. El desarrollo de la interfaz gráfica, como ha indicado (Manovich 2013), cambió nuestra manera de relacionarnos con la computadora; mas también, nos hizo olvidar que en las capas geológicas inferiores de la informática yace un modelo determinístico, sintácticamente estructurado. Nuestra cultura digital profusa, por veces omnipresente, es heredera de aquellas utopías epistémicas que representan con exactitud el modelo que la filosofía crítica y la literatura, que tan buena acogida habían dado a la noción de hipertexto, se propusieron destronar. Quizás todos los laberintos borgeanos conduzcan a Roma y la no-linealidad constituya una ilusoria experiencia de lectura. Fuera de la caverna de Platón, el libro de la cultura digital está escrito en caracteres matemáticos.

 

Referencias
Albarello, Francisco. (2019) Lectura transmedia. Leer, escribir, conversar en el ecosistema de pantallas, Ediciones Ampersand, Buenos Aires (Argentina).
Davis, Martin. (2000) The universal computer. The road from Leibniz to Turing. W.W. Norton & Company, New York.
Foucault, Michel. (2005) Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Siglo XXI Editores Argentina.
Manovich, Lev. (2013) Software takes command. Bloomsbury Editorial.

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