CITY POP

EL FENÓMENO MUSICAL NIPÓN DE LOS '80

En el año 1991 estalló en Japón la burbuja financiera más grande de la historia.1 Quizás el cyber punk, ese invento nipón tan influyente durante la década de 1990, no fue otra cosa que la expresión cultural de aquella fuerte depresión económica. Antes de eso, durante la década de 1980 y entramado con el auge del anime, el manga y los videojuegos, existió un género musical muy peculiar, extremadamente citadino, llamado city pop (シティーポップ). Fue testigo o consecuencia de un momento de crecimiento económico inédito en el país de oriente, y de un fenómeno de expansión de su principal ciudad, la urbe fetiche del city pop, allí donde ‘el futuro llegó hace rato’. Escribió Albaro Arbonés, en una nota publicada en el año 2017:

Ese era el sueño japonés. El Tokyo que nunca duerme. Por el día, a la oficina; por la noche, a las discotecas y los clubs que abarrotan la ciudad. Pero un nuevo Japón también necesita una música nueva. Y ahí es donde entra en juego el city pop. Música por y para el gusto del joven asalariado de brillante futuro.2

Como todo lo bueno, el city pop duró no más que algunos años. Es uno de esos vinos que el paso del tiempo robustece, y cada sorbo de ese vino resguarda imágenes de una década que no aprendemos a soltar: como esos amores…

Los placeres de la vida algorítmica y del capitalismo de vigilancia me condujeron insensiblemente a varias de las joyas musicales de este género. Las canciones pasaban y yo permanecía absorto en mi enajenación diaria. Cuando finalmente advertí que las letras estaban en algún idioma asiático -mandarín, coreano o japonés-, me dije: “qué bien le sientan al pop esos fonemas”. Recordé después aquella pregunta que tanto me inquietó hace algunos años: ¿la letra de una canción importa?

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Qué decir que no haya dicho ya nuestro infinito amigo Wikipedia. En lugar de referir a las variadas influencias musicales de las que se nutrió el city pop, a su origen o a las producciones icónicas que dieron forma al género, prefiero compartirles algunos nombres que polémicamente han sido ignorados en las notas y sitios que visité antes de sentarme a escribir estas líneas para la revista POGO.

De fondo suena First light, de Makoto Matsushita. Poco se sabe de este músico. Tres discos solistas impecables (1981, 1982, 1983); una banda demoledora llamada AB’S junto a otro artista del que ya les voy a hablar: Yoshino Fujimal. Luego del boom financiero en Tokio, nada se supo de Makoto. La traducción al inglés de una exhaustiva entrevista que le hicieron por mail en el año 2019 revela detalles interesantes. Sus exploraciones musicales se orientaron fundamentalmente a la música coral. Pido que se le preste especial atención a los coros de First light: una delicia. La tapa del disco es toda una definición de aquellos años y de la cultura pop nipona -tan en boga hoy con la explosión en occidente del anime de plataformas: se impone el dibujo, de trazo despreocupado y colores propios del universo Barbie, de un amanecer en alguna ‘lejana playa del animus’ en la región de Shōnan, Japón. Makoto Matsushita confiesa que no conocía esas playas: “I was insanely busy back then”.3

First light es un disco perfecto, y sospecho que es precisamente eso lo que impide al oyente de nuestro tiempo disfrutar de este material, o al menos, darle la oportunidad que se merece. No es fácil determinar si las bases de bajo fueron ejecutadas por un ser humano o por una máquina. En rigor fueron grabadas por seres intermedios, mitad humano mitad máquina, a los que en esta parte del mundo llamamos “ponjas”. La segunda barrera, el idioma. No voy a entrar en esta discusión. Vivimos una época intolerante a la argumentación. Escuchen, dejen correr el disco, déjense llevar por el maldito algoritmo. Pasado un tiempo, les apuesto, repetirán conmigo: “el japonés es la verdadera lengua de la música pop”.

Acaba de terminar First light. Es momento de darle play al primer disco de mi amigo Yoshino Fujimal. El tipo asumió un rutilante primer plano en tapa, gafas de sol, bronceado ecuatorial y un peinado propio de un Globetrotters. Las canciones número 4 y 5 fueron mis primeros amores. Estamos hablando de artistas ignotos en estas latitudes. Una tarde, ofuscado, decidí hacer justicia por mano propia. Saqué un tema de Yoshino en la guitarra y subí los acordes a Cifra Club. Ni mis mejores amigos han visitado ese cifrado; pero ahí están registrados los acordes de Girls in love with me con sus trecenas y novenas -evidencia irrefutable de la influencia del jazz en estos artistas de Japón.

Finalmente, la impronta femenina del city pop resulta insoslayable. Se destaca Who are you (1980) de Miki Matsubara. Casi olvido Yume Hiko (1980) y Tsuki-Hime (1983), ambos de Mioko Yamaguchi. Pero mi artista favorita es EPO. Ya le estoy dando play a JOEPO (1981), una odisea pop maravillosa.

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El lector habrá advertido que quien escribe tiene el berretín de poner discos enteros, rasgo vestigial de una modalidad de escucha arcana, y de una empecinada búsqueda de unidad conceptual en la obra de un artista. Como defensa, y ya para cerrar, les pido que me crean: no visito viejos discos solamente por nostalgia. Escucho city pop desde la fuerza del presente. La novedad, por lo general, es esquiva y caprichosa: como esos amores…

 

3 “Estaba increíblemente ocupado en ese entonces”, comenta Makoto Matsushita en la citada entrevista.

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