HACIA UNA REFORMA AFECTIVA ¡YA!

"Dice la mamasabia que estamos malditos
desde hace años, muchos, más de lo que 
hemos aprendido a contar”

María Fernanda Ampuero. Visceral

Podría comenzar diciendo que la semana pasada fue particularmente difícil. Pero, en el instante mismo en que lo escribo, surge lo obvio: ¿acaso no venimos transitando un número, ya impreciso, de semanas, meses e incluso años que tienen esa característica? ¿Qué hizo que estos últimos días fueran particularmente difíciles? No estoy segura de poder definirlo, ni siquiera de poder ponerlo en palabras. Es como si al torrente cotidiano de malas noticias se le hubiera sumado un plus de violencia que lo hizo indigerible. Como si el hecho o, mejor dicho, los hechos, no fueran eventos concretos y específicos que tienen por protagonistas a tal/es o cual/es (en lo que sigue espero se comprenda por qué carece de importancia referir a los nombres propios), sino eventos que nos enfrentan a las más oscuras tinieblas de nuestra civilización al haber dejado expuesta, una vez más, una “pedagogía de la crueldad” sin matices ni límites.

Nos referimos, claro, aunque no sólo, a las denuncias por violencia de género dirigidas contra un ex presidente y a las ominosas reacciones de todo tipo que la noticia generó. Si, por un lado, resulta claro que debemos condenar cualquier forma de violencia dirigida hacia un otrx, por otro lado, cabe preguntarnos por el corazón actuante de ese tipo de afectividad que, por lo que experimentamos día a día, no se expresa sólo en relación a las mujeres y diversidades, sino también hacia la tierra y demás seres vivos y/o en las distintas formas que asume el racismo contemporáneo.

La “realidad” volvió a hacer evidente aquello que las diversas reflexiones en el campo de las ciencias sociales y humanas no han dejado de enunciar: ninguna ley o política pública es por sí sola suficiente para acabar con la violencia patriarcal. Rita Segato lo ha documentado, por ejemplo, para el caso de Brasil señalando que la inflación legislativa en materia de protección de los derechos de las mujeres no se tradujo en una disminución de los hechos de violencia. Para esta autora, toda ley, política o discurso bienintencionado estará condenado al fracaso si a la par no trabajamos por una reforma profunda en el plano de los afectos -lo cual no supone mostrarse indiferentes a la existencia de leyes que avancen en la protección de derechos, ya que el lenguaje contenido en estos instrumentos va consolidando y cristalizando nuevos sentidos que contribuyen (junto a otros factores) al cambio social.

Ahora bien, ¿qué implicancias tiene la apuesta de llevar adelante una reforma de los afectos? Creemos que se trata de un trabajo sobre el orden de lo sensible que conlleva desmontar aquellos elementos que posibilitan la crueldad, la violencia y la potencia destructiva que anida en nuestro modelo civilizatorio. Dicho modelo postuló tempranamente un pensamiento dicotómico y jerárquico que ubicó al “hombre” (blanco, cristiano, propietario y heterosexual) por encima de todo lo existente y le asignó el papel de ser el sujeto clave de la historia. Desde ese pedestal, proclamó no sólo la muerte de dios, sino también la de la naturaleza;1 degradando la condición humana de las mujeres y de las poblaciones no occidentales.

Es importante decir que todo “orden sensitivo”2 se asienta sobre determinadas matrices de significación social o, en otras palabras, sobre determinados códigos culturales que se fueron transformando a lo largo de la historia. El orden sensitivo propio de la modernidad capitalista está impregnado de emociones propias de la subjetividad masculina dominante y, desde esa perspectiva, es un asunto que nos atraviesa a todxs y no a un género determinado. La lista de emociones es ciertamente profusa pero en un ejercicio rápido y, por supuesto, incompleto, diríamos que incluye el individualismo, el personalismo, la autorreferencialidad, el narcisismo, la soberbia, el afán de posesión y de conquista, la ambición, el autoritarismo, la lógica de la competencia y del rendimiento, el heroísmo y el culto a las figuras mesiánicas.

De modo que gestar un régimen de afectividad importa una tarea titánica en la que nos toca, si queremos aceptar el desafío de crear un nuevo ethos, escudriñar en nuestro interior y en el interior de los distintos espacios, organizaciones e instituciones que habitamos para deshacer o intentar deshacer con paciencia y mucho esfuerzo este orden de lo (in)sensible.

 

1 Merchant Carolyn (2023) La muerte de la naturaleza. Mujeres, ecología y revolución científica. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

2 Estas ideas se encuentran desarrolladas en Omar Giraldo e Ingrid Toro (2020) Afectividad ambiental: sensibilidad, empatía, estéticas del habitar. Chetumal, Quintana Roo, México: El Colegio de la Frontera Sur. Universidad Verazruzana.

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