LA SEÑORA DE PEDRO CURIE
Marie Curie, nacida María Slodowska, era polaca. Nació en Varsovia el 7 de noviembre de 1867 y falleció en Sancellemoz, Francia, el 6 de julio de 1934, víctima de leucemia. En 1895 había contraído matrimonio con el físico francés Pierre Curie, unión de la que nacieron dos hijas: Irene y Eva. La mayor –más tarde Irene Joliot-Curie- sería científica, como sus padres; la menor habría de escribir, en 1937, una biografía de su madre: La vida heroica de María Curie, descubridora del radio.
La suya fue ciertamente una vida heroica. En su transcurso, esta mujer luchadora, decidida, tenaz, humilde y generosa logró lo inimaginable. Siendo adolescente, en su Polonia natal, consciente de la situación política y social de su patria bajo el dominio ruso, tenía un sueño común con otros jóvenes, que era el de “… trabajar, convertir Polonia en un magnífico país intelectual e intensificar la educación del pueblo”, que “las autoridades mantienen, ex profeso, en el oscurantismo.”[1] Se reunía con “ardientes positivistas” y fue admitida en la llamada “universidad volante”, que funcionaba clandestinamente y donde se daban clases de materias diversas, no en la lengua oficial, el ruso, sino en polaco. Su labor, además de estudiar, consistía en enseñar. Así, también clandestinamente, daba clases a empleadas de un taller de confección y formó una pequeña biblioteca de libros polacos para las obreras. Posteriormente haría lo mismo con niños y campesinos de la zona.
María, que hablaba polaco, ruso, alemán, francés y un poco de inglés ― esto último de acuerdo con sus propias palabras ― descubrió las ciencias a través de su padre, profesor de liceo muy culto, que hablaba varios idiomas también y sabía de literatura, música y sobre todo de ciencias; este padre de bajos ingresos y mente abierta apoyó a sus tres hijas a proseguir sus estudios en una época ― finales del siglo 19 ― en la que el objetivo de vida de una mujer era formar una familia.
Fue institutriz en varias casas de familia en diferentes lugares de Polonia para ayudar a solventar los gastos de su familia; sin embargo, no dejó de acariciar el sueño de proseguir sus estudios.
Lo que más deseaba era seguir una carrera en Francia, cuyo prestigio la seducía; además, allí “se ama la libertad, se respetan todos los sentimientos, todas las creencias, se acogen, vengan de donde vengan, a los seres desgraciados o expulsados”[2]. Su más ferviente deseo era estudiar en la Soborna, deseo que haría realidad. El 3 de noviembre de 1891 inició sus estudios en la prestigiosa universidad, donde se graduaría de Licenciada, primero en Ciencias Físicas (1893) y luego en Ciencias Matemáticas (1894).
La futura Premio Nobel de Física (1903) y Química (1911) solo pudo comenzar a transitar su destino después de que su hermana Bronia se graduara de médica. Pudo lograrlo gracias al trato que le propuso María, quien la ayudaría económicamente para que estudiase en París y cuando Bronia se graduase, haría lo mismo con ella.
En París, vivió alrededor de un año en el hogar de su hermana, casada ya, del que se mudó después de un tiempo para ir a vivir a una buhardilla en el Barrio Latino. Necesitaba y deseaba tener más privacidad y tranquilidad para desarrollar sus actividades de estudiante universitaria. Este nuevo período fue seguramente más tranquilo pero más duro también; allí vivió estoicamente una vida extremadamente austera, sin lujos. Allí comenzó a ser llamada Marie.
Esta mujer, por no interrumpir el estudio, no se hacía de comer; vivía a base de pan con manteca y té, o algo de fruta, y a veces huevos, por lo que pronto enfermó de anemia. Además, para no distraer demasiado dinero del que contaba para subsistir, gastaba lo mínimo en carbón para calefaccionar su habitación, por lo que tenía que poner sobre sus cobijas toda la ropa disponible para poder conciliar el sueño en las noches invernales.
Realizó la mayor parte de sus investigaciones en galpones medianamente acondicionados para cumplir la función de laboratorios, desprovistos de calefacción y de otros elementos básicos. Tal era la falta de apoyo que tenía.
Marie no solo descubrió el radio sino que también elaboró las técnicas y los procedimientos para fabricarlo. Sin ellos, las fábricas no podrían prepararlo y ello implicaría que la humanidad no se beneficiaría con sus efectos terapéuticos. Se les presentó entonces, a ella y su esposo, la disyuntiva de patentarlos o publicarlos para que los resultados estuviesen al alcance de todos. Esto último es lo que Marie eligió, decisión con la que su esposo estuvo de acuerdo. Ellos, que siempre vivieron con lo justo, renunciaron a una gran fortuna con tal decisión. Para ellos patentar el invento era contrario al espíritu científico.
Por diferentes razones, ni Marie, ya doctora en Física, ni su esposo llegaron a ser miembros de la Academia de Ciencias de Francia: él, por ser demasiado humilde para hablar de sus propios méritos y convencer al jurado que tenía que elegir entre dos candidatos; ella, por ser mujer. Sin embargo, las vicisitudes de la vida harían que fuese designada en el cargo que había ocupado su esposo en la Sorbona.
El 19 de abril de 1906, Pierre Curie murió bajo las ruedas de un carro. Este hecho cambió el destino de Marie. El Consejo de la Facultad de Ciencias, después de muchas dudas y con muchas opiniones contrarias, pero también con el apoyo de varios catedráticos, decidió “por unanimidad, mantener la cátedra creada para Pedro Curie y confiarla a Marie, que tomará el cargo de ‘encargada del curso’”.[3]
La discriminación por su género se hace visible nuevamente y se repetirá en el documento por el cual se la nombra en el cargo y en el que su apellido de soltera no es usado.
“Universidad de Francia”. ― La señora de Pedro Curie, doctora en ciencias,
jefe de trabajos en la Facultad de Ciencias de la Universidad de París, está
encargada del curso de Física de dicha Facultad.
La señora Curie recibirá por ello un sueldo anual de 10.000 francos, desde
el 1 de mayo de 1906.
Ella era la única que podía reemplazarlo. Sería la primera vez que una mujer era designada en un puesto en la enseñanza superior francesa.
María Slodowska de Curie logró hacer lo inimaginable.
[1] Curie, Eva (1937).La vida heroica de María Curie, descubridora del radio. Colección Austral, Madrid:
Espasa–Calpe S. A. 28a edición (1973)
[2] Ibidem