ESPERANDO LA VANGUARDIA

EDITORIAL

Después de atravesar los peores acontecimientos, la humanidad ha sabido procrear movimientos culturales poderosos, que alteraron las estructuras y abrieron las puertas a cambios que no se limitaron a las expresiones artísticas, sino que trascendieron a toda la sociedad. Al menos durante el siglo veinte, existen pruebas concretas de que estos rebotes ocurrieron y de que dieron lugar a terremotos creativos por demás influyentes para todo lo que vino después. Podría decirse entonces que toda catástrofe permite abrigar esperanzas de que en algún momento posterior ese sufrimiento fructificará en manifestaciones del arte que impriman nuevos bríos.

Las vanguardias de la pasada centuria tuvieron su eclosión durante y luego de la finalización de la Primera Guerra Mundial, una conflagración sin antecedentes en cuanto al saldo de decenas de millones de muertos. La inestabilidad planetaria que legaron esos sucesos apocalípticos consolidó el régimen comunista en la Unión Soviética y cimentó la llegada al poder del fascismo en Italia y España y del nacionalsocialismo en Alemania. En ese contexto y al amparo de la teoría psicoanalítica, los surrealistas potenciaron las rupturas previas acometidas por el futurismo y el dadaísmo.

La Segunda Guerra Mundial, que en lo filosófico acuñó el existencialismo y el situacionismo, tuvo también una poderosa respuesta en la cultura popular cuando los baby boomers nacidos durante el conflicto bélico adoptaron como propia la música de rocanrol y dieron origen a una corriente contestataria universal. De la aplicación del Plan Marshall estadounidense para desarrollar la economía capitalista en medio de la Guerra Fría, brotó una sociedad de consumo ávida de novedades y el rock forjó la identidad de esa generación que disfrutaba del confort generalizado pero, al mismo tiempo, se rebelaba contra las instituciones que lo hacían posible.

Finalmente, a comienzos de los años setenta, la cancelación de los acuerdos de Bretton Woods por parte de Richard Nixon y la Crisis del Petróleo sembraron el pánico en Occidente y clausuraron la estabilidad garantizada desde la finalización de la guerra por Estados Unidos, una nación a punto de ser humillada en el campo de batalla por el ejército norvietnamita. De esa incipiente decadencia emergió el punk, tal vez el último grito vanguardista que se haya experimentado, con cuestionamientos de vehemente nihilismo y una prédica que alentaba a destruir todo para empezar de cero otra vez.

¿Hay fundamentos para alimentar la expectativa de que la pandemia esté incubando algo por el estilo? ¿Existen indicios de que una cosa así vaya a fermentar próximamente? Tras el atentado a las Torres Gemelas, al que algunos historiadores consideran el verdadero inicio del tercer milenio, no se verificó nada demasiado significativo. Tal vez venga a ser el coronavirus ese disparador que rompa con la abulia cultural y engendre el sacudón artístico que tanto se hace esperar.

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