LA DECISIÓN

Abrió sus ojos. Detrás de las cortinas el sol se adivinaba tímidamente en esa mañana de invierno nada benigno. Miró a su alrededor: su dormitorio, su espacio finito.  Su tiempo también era finito, mezquino. Había tanto para hacer. 

Sus pies tocaron el suelo; el ritual matutino comenzó distraída, obstinadamente. Su pensamiento ya había partido y cabalgaba el arco iris.

¿Dónde estás realmente? ¿Por qué no verte es más conformismo que tristeza?

Se puso un abrigo y sus pantuflas forradas. Salió lentamente de la habitación y se dirigió a la cocina. En el camino acarició la cabeza de su perra, que había dormido apoyada sobre la puerta del dormitorio fiel y tranquilamente. Caminó lentamente. Puso la pava y preparó tostadas. Su aroma le supo a bebida espirituosa. Reconfortante.

Quizás nunca debí invitarte a venir. Pero tu sonrisa, imán insoslayable, me arrastró a tu aura. Sí, deberías irte y no volver jamás.   

Corrió la cortina de una de las ventanas; después seguirían las otras. Era su amado ritual matutino que dejaba entrar la luz diurna y le permitía mirar su jardín. Allí, el añoso olivo plantado por su abuelo muchos años antes de que ella naciera custodiaba la vida sin prisa, sin pausa, casi con amor. Los horneritos, totalmente libres, picoteaban el suelo vigorosamente.

Cebó el primer mate y dejó que el calor recorriera su cuerpo. Les puso manteca a las tostadas y probó una. Su vista seguía atentamente los movimientos nerviosos de los pájaros, que tenían frío y que, además, sospechaban la presencia de los otros habitantes de la casa: dos gatas, tan bien alimentadas que no constituían un peligro real; pero ellos no lo sabían. De repente, la verdad que había estado soslayando la sacudió. Ya no quería compartir esa casa con nadie más. Amaba profundamente ese pedazo de tierra heredada.

Estoy atada a este lugar como un árbol a la tierra. Aquí soy feliz. La atracción es tan fuerte que ni siquiera es comparable con la atracción que alguna vez sentí por ti. Es dolorosamente cierto.

Cebó el segundo mate, el tercero, el cuarto; luego volvió a su habitación a cambiarse de ropa.

Este es mi hogar; es el lugar donde quiero continuar amaneciendo, abriendo y cerrando cortinas, cuidando mis mascotas, mis plantas y mis pájaros libres. Lo demás puede esperar. 

Sonrió y se dispuso a continuar con su rutina en ese nuevo día. Pero antes tomaría otro mate.

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