La caminata celestial

Prácticas extremas

Así como en el siglo dieciocho un jesuita europeo se maravilló ante el prodigio de atravesar las nubes en el trayecto de San Ignacio a La Candelaria y lo expresó por escrito en un libro, también la película “The Two Popes” nos muestra al futuro papa Francisco caminando sobre la neblina en la zona de las Altas Cumbres.

En una secuencia importante de la película “The Two Popes”, se ve a Jorge Bergoglio emprender una caminata por un paisaje serrano donde es fácil identificar a las Altas Cumbres. Ese fue el escenario elegido por el cineasta brasileño Fernando Meirelles para ambientar el tiempo que el futuro papa Francisco residió en Córdoba, aunque en realidad el jesuita había establecido su residencia en la capital provincial. A fines de 2017, Villa Cura Brochero se vio conmocionada por el desembarco del equipo de rodaje de esta producción de Netflix.

Quizás a Meirelles lo tentó la idea de alterar los hechos y establecer a su protagonista en ese lugar, desde donde provenía el cura gaucho al que el propio Francisco canonizó en 2016. Pero lo más probable es que se haya sentido atraído por ese artilugio tan repetido en los relatos que apelan a la mística, donde el retiro en la montaña facilita al héroe la tarea de introspección que lo llevará a vencer sus flaquezas y a fortalecer sus virtudes, para encarar luego la epopeya de la que saldrá triunfante. Si hasta Lorena Muñoz, en su film biográfico sobre Rodrigo Bueno, lo muestra al Potro trepado a una colina, para desde esas alturas sanar las heridas del alma tras la muerte de su padre.

Bajo sospecha por su conducta durante los años de la dictadura, Bergoglio fue instado a realizar un retiro en la Compañía de Jesús del centro cordobés, entre 1990 y 1992, un periodo que él mismo calificó como “de purificación interior”, de acuerdo a lo publicado por Javier Cámara y Sebastián Pfaffen en su libro “Aquel Francisco”, de 2014. Ya en 1997 lo encontramos reemplazando a Antonio Quarracino como arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, en el inicio del ascenso que lo depositaría en 2013 en el Pontificado.

Sobre algodones

Pero aquel paseo de Jorge Bergoglio por las soledades de las Sierras Grandes que se ve en “The Two Popes” no se da en el marco de un día soleado y edificante. Como reflejo de la culpa que lo agobia, su trayecto transcurre en una jornada de cielo cubierto, de las que son habituales en esos parajes donde el aire debe ascender para pasar por encima del cordón montañoso. Sólo que, para regodeo de la cámara, el sacerdote no avanza bajo las nubes, sino sobre ellas. La neblina le envuelve las piernas, aunque su andar no está forzado a vencer ninguna resistencia.

Es factible que se trate de un truco, de un efecto especial de los que aporta la magia del cine, el que logra la composición de ese cuadro lleno de significaciones. Pero quienes hemos tenido la suerte de andar por las serranías cordobesas a lo largo de los años, sabemos que ese prodigio de tocar los nubarrones con las manos e incluso de asomarse por encima de ellos, es una maravilla natural bastante común en esa región, que no en vano ha sido elegida por los cazatormentas internacionales para desarrollar sus estudios, en razón de las particularidades meteorológicas que presenta.

De norte a sur, las elevaciones occidentales de nuestras sierras ofrecen a veces la chance de desplazarse sobre estos algodonales etéreos, formados por pequeñas gotas que apenas humedecen la piel y que dan trabajo a los limpiaparabrisas de los automóviles. Es la famosa cerrazón, tan bella como traicionera, que puede desorientar a los baqueanos más experimentados y que reduce la visibilidad a una distancia mensurable en centímetros. Un fenómeno que también es habitual en el Aconquija, tal como canta Atahualpa Yupanqui en “Luna tucumana”: “Perdido en las cerrazones, quién sabe vidita ay por dónde andaré”.

El jesuita errante

“Esta sierra es tan alta que hemos visto las nubes de lluvia debajo de nosotros, mientras arriba tuvimos el brillo del sol. (….) Esta región está provista con pasto, ríos y agua que en mi vida no se ha presentado nada mejor”. Otro sacerdote jesuita que anduvo por Córdoba, Florian Paucke (o Baucke), describió de esta manera su experiencia en Calamuchita y cómo atravesó una capa nubosa en el recorrido que lo llevó desde la estancia San Ignacio hasta La Candelaria. Pero esta impresión no es reciente: apareció en el libro “Hacia allá y para acá (una estadía entre los indios mocobíes 1749-1767)”, que Paucke publicó a finales del siglo dieciocho, de regreso en su patria germana.

El escrito de Paucke puede ser consultado en la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba y es casi seguro que Jorge Bergoglio se entregó a su lectura, que da acceso al entramado de la organización jesuítica en Córdoba, justo antes de la expulsión de esa orden en 1767, año en el que también se vio obligado el autor del libro a retornar a Europa. Lo extraño es por qué Meirelles apela a la misma imagen, la de un jesuita caminando en la neblina, para ilustrar ese momento clave en la vida del actual pontífice.

Así como los guías turísticos locales acompañan a los visitantes al edificio (declarado por Unesco como Patrimonio de la Humanidad) donde Francisco residió durante dos años en Córdoba, no faltará el avispado que pretenda ahora ofertar un tour para acometer una caminata sobre cúmulos. De más está señalar el peligro que semejante desafío representa, por lo que no es recomendable para neófitos. Quienes tuvimos la fortuna de salir airosos de esa situación angustiante y sublime a la vez, lo hicimos forzados por las circunstancias y no debido a que sintamos atracción por vivir en las nubes.

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