GRAND RUE N° 113
En 1852, D. F. Sarmiento escribió:
“El 17 del mes de agosto (1850) ha muerto en el puerto de Boulogne, a la edad de 72 años, el general San Martín, conocido en los pueblos de la América española como uno de los héroes en la lucha de su independencia. […]
El general San Martín ha vivido en Francia, lejos del bullicio del mundo, y se ha mantenido fiel a sus hábitos modestos. Lejos de apetecer los honores, los huía en sus últimos años como en los de su brillante juventud. […]
Modesto ha sido su entierro, como fue su vida pública y privada. Unos pocos amigos acompañaron sus restos hasta la bóveda subterránea de la catedral de Boulogne, donde han sido depositados, para ser más tarde trasladados a Buenos Aires.”
(D. F. Sarmiento, Vida de San Martín. Buenos Aires: Editorial Claridad.1939.)
El Gral. San Martín, nuestro insigne prócer, después de la famosa entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar ―de la que salió, como dijo también Sarmiento “muerto para la acción”― decidió regresar a Mendoza, donde esperó un tiempo para, en caso de ser convocado desde el Perú, prestar nuevamente sus servicios en la gesta emancipadora. Tal convocatoria no tuvo lugar y él partió a Buenos Aires para, finalmente, marchar al autoimpuesto exilio con su hija Mercedes. Nunca más volvería a pisar el suelo de su patria.
Al respecto, Sarmiento escribió en 1861: “…Víctima voluntaria, viviría oscuro en un pueblo que no lo conocía y experimentaría todos los reveses de una posición mediocre en tierra extranjera.” (Citado en el folleto que se les entrega a los visitantes de la Casa San Martín en Boulogne–sur-mer.)
Después de vivir en diferentes países de Europa, San Martín estableció su residencia en Francia. Allí, residió en Grand Bourg, París y finalmente, entre 1848 y 1850, en Boulogne-sur-mer, donde falleció. En esta ciudad sobre el Canal de la Mancha hay tres lugares que lo recuerdan: la casa donde vivió ―La Casa San Martín, hoy un museo― la estatua ecuestre erigida cerca de la playa en 1909 y la cripta de la Basílica de Notre Dame, en la pintoresca ciudad fortificada. En todos ellos se le rindió homenaje cuando nuestro país celebró el segundo centenario de la declaración de la independencia.
Toda la cuadra donde se encuentra la Casa San Martín ―en la Grand Rue N° 113 (antes 105)― lucía pendones flameando al aire, en los que predominaba el celeste y que mostraban la imagen del Libertador y las leyendas ‘Bicentenaire del’independance de l’Argentine’, ‘Boulogne-sur-Mer, ‘La Plata-Argentina’.
La casa es un edificio de similar altura y estilo a las construcciones vecinas, de las cuales no se distinguiría si no fuese por dos detalles: la placa ubicada al costado de la puerta de entrada, en la que puede leerse “Museo del General San Martín” en francés y en español y las tres banderas que flamean en lo alto de su frente: las de Argentina, Francia y Boulogne-Sur-Mer.
Para acceder a ella hay que tocar el timbre y aguardar. El curador de la casa abre la puerta. Luego brinda información acerca del lugar y del prócer, y contesta preguntas. Desde el año 2000, esta función la cumple un militar, que vive con su familia en la tercera planta durante un período de dos años, al cabo del cual es remplazado por otro.
Cuando la puerta se abre, un largo hall de relucientes mosaicos blancos y negros, tablero de ajedrez histórico, se muestra a los ojos del visitante. A él dan las salas que constituyen el museo en sí. En una vitrina de la primera, se exhibe una réplica del sable corvo de San Martín; sobre una mesa, una caja de madera que contiene tierra de Yapeyú y, a su lado, una losa de la casa donde nació nuestro prócer.
En otra sala puede verse una réplica de su catre de campaña; luce tan poco cómodo que el visitante no puede menos que preguntarse si este bravo hombre logró descansar en él después de las agotadoras jornadas del cruce de los Andes y de lucha en las batallas.
Al final del pasillo se encuentra la escalera que lleva a los pisos superiores. Nuestro prócer residió con su corta familia en la segunda planta. Allí, los dos lugares obligados de visita lo constituyen su dormitorio y el de su hija, Mercedes, en cuya cama falleció. En este se exhibe, sobre la réplica de la cama original, una referencia escrita sobre un panel de madera que dice: “En este lugar se apoyaba el lecho en el que falleció el Libertador. El pedazo de piso auténtico fue retirado en el mes de diciembre de 1937 para ser enviado a Buenos Aires.”
En el dormitorio del Libertador, al otro lado del pasillo, los muebles han sido ubicados según un plano que realizó su nieta menor, fotografía del cual puede verse sobre la mesa en el centro de la habitación. A un costado de ella, una inscripción reza “Dibujo de Josefa D. Balcarce. Copia del dibujo hecho por la nieta menor y última descendiente del Gral. San Martín. Este plano fue entregado al Museo Histórico Nacional de Buenos Aires junto con los muebles originales para mostrar su disposición en la habitación.”
La cama se encuentra arrimada a la pared opuesta a la de las ventanas, que dan a la calle; está provista de un bello baldaquino celeste y cubierta por la bandera argentina; detrás de su cabecera, la mesa de luz. A su izquierda puede observarse la bella estufa de leña, llamada “chimenea” en el plano, sobre la que fue ubicado el conocido cuadro de medio cuerpo de San Martín portando la bandera argentina, que rodea su cabeza y torso.
En esta casa, la historia habla desde las paredes, las vitrinas y cualquier espacio ocupado por objetos relacionados con el prócer. Son tantos y tanta la tranquilidad del lugar, que el visitante se abstrae del tiempo presente y busca afanosamente imágenes, palabras, testimonios de ese pasado. Algunos son tan significativos que no es posible soslayar una breve referencia a ellos.
Uno es la copia del acta labrada el 4 de abril de 1817, “en momento en que el gobierno de Chile ofreció darle una recompensa al Gral. San Martín por haber llevado a cabo la liberación de Chile que San Martín rechazó diciendo que donaba este dinero para construir la primera biblioteca chilena.” (Leyenda que acompaña la copia.)
También puede verse la copia mecanografiada de la carta que la hija de San Martín envió desde Tour a un amigo de la familia, Don Manuel Guerrico, con fecha 30 de agosto de 1850. Comienza así:
“Querido paisano y amigo:
Hasta hoy mi suerte había sido felíz [sic], pero acabo de tener el primer y mayor pesar que me podía mandar el Cielo, la muerte de mi Amado Tatita, que expiró el 17 de este mes, después de haberse postrado gradualmente como lo temíamos, desde nuestra vuelta de Enghien.” […]
El último párrafo expresa:
“El cariño de Mariano y de mis Hijitas me harán más [sic] llevadera la pérdida irreparable que he hecho; el tiempo que todo lo calma, suavizará yo lo espero algún día el profundo dolor que hoy siento, pero nunca alterará la sincera amistad de su Amiga y Paisana. Mercedes San Martín de Balcarce.”
Desde otra pared, sobre una estufa de leña, capta la atención del visitante un cuadro con la imagen de un jarrón marrón; sobre un costado puede leerse “1839” y, sobre su base, la dedicatoria “A mi abuelo”. Contiene un ramo de flores confeccionadas en papel por su nieta María Mercedes, bello resultado de un trabajo manual de los que acostumbraban a hacer las niñas de la época.
Nuevamente en el hall de entrada, hacia el fondo, se encuentra la puerta que lleva al patio de la casa. La pared de la izquierda ha sido destinada a la ubicación de las numerosas placas de homenaje al Gral. San Martín, una de las cuales impactó profundamente a esta visitante: “El presidente de la nación argentina, Doctor Raúl Alfonsín rindió homenaje a la figura del Libertador José de San Martín en esta casa. Boulogne-Sur-Mer. 20 de septiembre de 1985.”
Un mural sobre toda la extensión de la pared del fondo muestra la figura ecuestre del libertador con el paisaje andino de fondo, una inmensa bandera argentina, los rayos fulgurantes del sol de la libertad y un cóndor, con sus alas extendidas.
Ya de vuelta en el interior de la casa, el camino hacia la puerta de salida y dar por terminada la visita; antes, una última mirada al lugar que tanto deseaba conocer.
El próximo destino es la Basílica de Notre Dame. Para llegar a ella hay que caminar hasta la llamada “ciudad fortificada”, a la que se accede a través de uno de los arcos de la muralla que la rodea. Es un lugar pintoresco, alegre, con jardines de flores y ―algo no habitual quizás― pequeños huertos con cercas de caña en los que se han cultivado plantas de acelga, apio, lechugas, “ciboulette”, pimientos, tomates…
Caminando por estrechas calles de adoquines, se llega a la basílica. En su cripta se encuentra la llamada ‘Capilla del General José de San Martín’, renovada y reinaugurada el 14 de julio de 2016, en un nuevo aniversario de la Revolución Francesa. Se llega hasta ella caminando por un angosto pasillo. A su entrada, un cartel indica que los restos de San Martín permanecieron en el lugar durante once años. Asimismo, se refiere a la “figura heroica en Argentina, Perú y Chile, a las que liberó del yugo español” y hace un relato acerca de su decisión de ir al exilio y radicarse en Europa y, finalmente, en Boulogne. Hace referencia también al funeral de San Martín y al posterior traslado de sus restos a Brunoy, en 1861, donde permanecieron hasta su repatriación en 1880.
En su interior, sobrecogedor, puede observarse el busto del Libertador, una bandera argentina y varias placas recordatorias de distintos homenajes hechos a él. Una de ellas es del pueblo argentino al cumplirse el primer centenario de su muerte; otra, de 1968, es de la Fragata Escuela “Libertad”, en la que puede leerse, en español y en francés: “En esta cripta fueron inhumados los restos del Libertador José de San Martín.”
En este lugar, donde sus restos encontraron descanso, doy por cumplido mi viejo anhelo de visitar los lugares relacionados con San Martín en la ciudad que lo acogió en el tramo final de su exilio.
Vuelvo sobre mis pasos y camino hacia el exterior de la basílica. Salir a la calle, ver y sentir nuevamente el sol en el rostro alivia la emoción y tensión experimentadas.