COLECTIVOS URBANOS 3

Viernes 6 de Diciembre 2019 08.30 AM

Aplausos para mi compañera de todas las mañanas en la espera del colectivo, quien sutilmente insiste cada día en ampliar el relato de su vida, aunque me vea con mis auriculares cosidos al oído.

No sé cómo se llama, pero sé que es alérgica a la penicilina, que tiene una fractura en la muñeca izquierda, que no usa cancanes porque le cortan la circulación y que ya tiene turno para operarse las várices.

Hoy me alivió saber que Mora, su nieta de cinco meses (la más chiquita de tres hermanos, fruto del amor de su hijo del medio y su pareja de toda la vida. Él tiene 24 y llevan nueve años juntos, a pesar de que la chica no es para su hijo “¡y mirá que se lo dije cien veces!”), que andaba muy mal del pecho, no tuvo que quedar internada por un presunto cuadro de bronquitis. “Es que están muy húmedos los días para salir con la bebé, se los digo siempre, pero no entienden”, me dice. Lo malo es que no puede ir a visitarla, porque no tiene buena relación con su nuera, a la que alguna vez albergó durante los últimos cuatro meses del embarazo, dándole casa y comida.
“El problema empezó cuando murió mi esposo” me cuenta, y hubo que repartir una herencia chiquita.

Al parecer, su marido era muy trabajador y pudo comprar la casa donde vive, un autito y también guardar algún ahorro . Su nuera le sugirió que sería mejor que ella les dejara la casa y que ella se fuera a vivir con su hermana mayor, muy mayor, también viuda, que vive sola en la casona familiar de Río Ceballos. “¡Ni loca me voy!”, me dice y sigue… Ella no entiende por qué le pasan estas cosas, porque no es de opinar, ni de hablar mucho ni de meterse en la vida de sus hijos, por eso no entiende los motivos de la distancia que tiene con su nuera. 

Yo supongo los motivos, pero me los guardo para no herir la susceptibilidad de mi compañera de espera del colectivo.

Por suerte, este fin de semana es largo.