La fascinación por el morbo o lo lascivo no siempre es consciente. El detenerse a mirar lo sucedido en un accidente parece a veces ser una fuerza que nos domina.
La computación es hoy la gran generadora de contenidos, aunque sigue prisionera de las mismas lógicas de la TV: el culto a la imagen y la mercantilización de nuestras vidas.