LA LECCIÓN DE RAMÓN AYALA

Mientras la lógica del capital, con su andar individualista e impío, resuena cada vez con más fuerza en los principales portales de noticia del país, acá en casa están sonando las estrofas de El Cosechero, Posadeña Linda y El Mensú.

Conocí la música de Ramón Ayala a principios del 2010, cuando una amiga -Belén Ledesma, ¿por dónde andarás?- me pasó en mp3 un disco de Aca Seca Trío. Así es… ingresé a la música de Don Ramón Ayala por la puerta grande. Pista número 4: Panambí Jovhé. Créanme que no podía evitar las lágrimas:

 Mariposa azul
 Brisa montaraz
 Milagrosa voz
 De la soledad
 Alas quisiera tener
 Y sentir tu vuelo azul
 por el Iguazú

Busqué quién había compuesto esos dos minutos maravillosos de música, dos minutos que irremediablemente te transportan a la tierra roja, la selva y las aguas marrones del nuestro litoral. Apareció un nombre para mí nuevo, el nombre de Ramón Ayala, quien esta semana definitivamente se fundió con el paisaje, centro gravitatorio de su obra.

En el año 2013 disfrutamos de Ramón Ayala en Encuentro en el Estudio, aquel inolvidable programa de Lalo Mir. Su particular rostro, su vestimenta, y especialmente su manera de narrar y recitar, difuminaba la línea que separa la locura de la genialidad. Seguramente tal línea divisoria no existe. Ramón Ayala parecía decirnos en aquella emisión que todo límite depende del arbitrio humano, que las divisiones absolutas son síntoma de nuestros propios límites, y que el río cambia como lo hace también el paisaje en su conjunto.

La presente nota de ningún modo se propone realizar un análisis detenido de su música; solo propone un concepto, un ángulo desde cual mirar su cuantiosa -por veces insondable- obra.

“Movimiento”

Las exploraciones musicales de Ramón Ayala -¡tan curiosas!- encarnan sin duda la idea de movimiento. Sus conocimientos en diversas materias eran vastos. No sería de extrañarse que Ramón haya dado con los fragmentos de Heráclito y el poema de Parménides, y que haya optado por seguir las ideas del primero. Heráclito de Éfeso vio en el río la clave de acceso a lo real: nada en verdad es, todo es devenir. Cuando fue consultado sobre las raíces de su música, Ramón Ayala dijo en una nota a la agencia Télam del 10 de marzo del año 2022:

“Yo he abrevado mucho en la música clásica, no me quedo en el sonsonete. En el ámbito folclórico hay repeticiones que en lugar de engrandecer el género lo empequeñecen, es cuestión de los virus interiores (…) cuando uno adquiere una mayoría de edad mental, un criterio sobre la vida y sobre las cosas, te das cuenta que estás viviendo un tiempo único y maravilloso que no se repetirá jamás”.

Ramón Ayala deslizó con pocas palabras una importante lección para nuestra música nacional, lección extensible a todo género musical: los límites son arbitrarios; la música y el género mismo cambia como lo hace el paisaje; el ajuste entre el ambiente y la expresión humana es la principal tarea del artista. No hay mejor manera de honrar la tradición que transgrediéndola.

*

Cariñoso, lúcido, original y sensible. Póngase de pie que no falleció uno más. Tenía 96 años. Acá en las sierras de Córdoba se escucha desde ayer el llanto del Iguazú.

Los comentarios están cerrados.