GARY KILDALL: EL ÚLTIMO HACKER DE SILICON VALLEY
Sobre la costa oeste de Estado Unidos, al sur de la bahía de San Francisco, se encuentra Silicon Valley, la región que posee el polo tecnológico más importante del planeta y donde empresas oligopólicas como Facebook, Google y Apple tienen su sede.
A principios de la década de 1940 Silicon Valley se reducía a un puñado de emprendedores enclavados en la avenida Addison, en Palo Alto (California). Como destaca Alejandro Galliano, la creación del potente polo tecnológico actual estuvo impulsado en sus inicios por la Universidad de Stanford así como por el complejo industrial-militar.[1]
De Stanford egresaron dos jóvenes talentosos que el 1939 abrieron una pequeña tienda de electrónica en avenida Addison 367:[2] Bill Hewlett y David Packard. Ambos realizaron servicios a la armada: Hewlett durante la segunda guerra mundial en calidad de Oficial del Cuerpo de Señales; Packard como subsecretario de Defensa durante la presidencia de Richard Nixon. Las raíces son importantes. No sorprende entonces que las empresas emblema de Silicon Valley se enfoquen cada vez más en el desarrollo de técnicas algorítmicas de recolección y procesamiento de datos de la población global, materia prima indispensable para ejercicios de control y vigilancia.
El recambio generacional de Silicon Valley llegaría en la década de 1970. Éste estuvo impulsado por una mirada renovada sobre el vínculo entre tecnología y sociedad. Sus principales actores renegaban de la industria pesada de sus antecesores. Defendían un optimismo tecnológico que décadas más tarde se encausaría bajo una doctrina transhumanista tan ingenua como peligrosa.[3] En aquellos días convulsionados dieron sus primeros pasos personalidades como Steve Jobs, Steve Wosniak y Bill Gates.[4] Nacía la micro-computación, un nuevo paradigma tecnológico sobre el que los grandes jugadores de la tecnología no posaron su mirada sino hasta la década de 1980, cuando el campo de la micro-computación había alcanzado cierto grado de estandarización. Gary Kildall (1942-1994) formó parte de ese recambio generacional. Fue, sin duda, una de las figuras de mayor peso en el desarrollo de la computadora personal.
Desde 1950 hasta mediados de la década de 1970 la computadora era un artefacto que ocupaba toda una habitación. Por lo general las adquirían universidades y centros de investigación para fines estratégicos. Intel había creado el primer microprocesador de 4-bits en 1971[5] con el que Gary Kildall empezó a realizar sus primeros experimentos. Su objetivo era lograr ejecutar a escala micro todas las funciones que una computadora hasta ese momento podía realizar. Como afirmara Gordon Ebanks, compañero de aventuras de Kildall en sus comienzos, Gary entendió que un microprocesador era mucho más que un simple controlador para hornos de microondas.
Gary Kildall concluye en 1972 su doctorado en Ciencias de la Computación en la Universidad de Washington. En ese marco publicó un artículo con un método de análisis de flujo de datos -conocido como “método Kildall”- que aún hoy es empleado para optimizar compiladores. Luego se trasladó a Monterrey, California. Allí dictó cursos de postgrado en la Escuela Naval de esa ciudad. En 1973 llegarían los microprocesadores Intel de 8-bits.[6] Gary construyó una micro-computadora y elaboró con ella un lenguaje de programación de alto nivel para los nuevos microprocesadores 8080 de Intel al que llamó PL/M. Seguidamente abordó un proyecto cuyo impacto sería determinante en la historia de la computación: un sistema operativo para computadoras personales que lograra administrar todos los recursos tecnológicos disponibles hasta el momento, entre ellos, las novedosas unidades para disquetes o “floppy disk drivers”. Lo llamó CP/M. El lector interesado puede constatar la trascendencia de este sistema operativo dando una rápida mirada a las publicaciones disponibles en línea de la revista Bytes. CP/M fue el sistema operativo que en la segunda mitad de los años setenta y primeros años de la década siguiente se había transformado en la norma de hecho en el ámbito de la micro-computación.
En 1974 Gary Kildall funda con su esposa Digital Research, Inc. Durante más de una década Digital Research lideró el mercado de la innovación en tecnologías computacionales. Gary Kildall cultivaba un equilibrado perfil entre académico y empresarial. No supo ser un académico de escritorio. Cuentan que era común verlo recorrer la costa oeste con su auto de carrera o trasladarse de un lugar a otro piloteando una avioneta. Curtía un look completamente descontracturado. Su postura corporal, la manera como dirigía la mirada, parecía más una personalidad de Hollywood que un computólogo nerd. Era un tipo pintón… fue quizás por eso, además de sus insondables conocimientos sobre la materia, que lo eligieron como co-presentador en The Computer Chronicles (1983-2002), un exquisito programa de TV para amantes de la computación y aficionados de la tecnología.
Gary Kildall tampoco supo ser un empresario voraz, y el mundillo empresarial se lo hizo saber. CP/M estuvo a una firma de ser el sistema operativo de IBM. Finalmente el lugar de CP/M lo ocupó MS-DOS, el sistema operativo sobre el que más tarde se montaría Windows. A principios de 1980 IBM decidió pisar fuerte en la industria de la micro-computación. Necesitaban un sistema operativo y la opción primera, ciertamente, había sido adquirir CP/M. Gary Kildall junto con Tom Rolander, su mano derecha desde la creación de Digital Research, viajaron en avioneta para reunirse con directivos de IBM. En una entrevista que le hicieron en el año 1995, Tom Rolander -recordando aquella reunión- definió los términos de IBM como un “acuerdo unidireccional y confidencial”. Tras la negativa de Digital Research de cerrar un acuerdo en esos términos, Bill Gates, rápido de reflejos, decidió comprar un sistema operativo basado en CP/M y ofrecerle ese producto a IBM. Así nació MS-DOS, el sistema operativo con el que muchxs de nosotrxs crecimos. Digital Research inició acciones legales contra IBM por infringir derechos de autor. Ante esto, IBM retrocedió en las negociaciones con Bill Gates. Finalmente llegaron a un acuerdo. La nueva y poderosa computadora IBM podría bootearse con CP/M o con MS-DOS. La idea era dejar que el usuario decida. La sorpresa llegó cuando Gary y su equipo advirtieron que la nueva computadora IBM había sido lanzada al mercado ofreciendo MS-DOS a 40u$d, mientras que aquellxs que optaran por CP/M debían pagar seis veces ese valor, esto es, 240u$d. La inesperada política de comercialización de IBM marcó el inicio del ocaso de CP/M. Muy pronto IBM y Microsoft ocuparía un lugar dominante en el mercado.
Los dichos de un tal Fanning
Las innovaciones de Gary Kildall continuaron durante la década de 1980, pasado el frustrante episodio con Microsoft e IBM. Muchas de estas innovaciones eran presentadas en The Computer Chronicles. Allí Gary se esforzaba por hacer llegar sus conocimientos a un público amplio, empleando un lenguaje accesible pero muy preciso. En una emisión de marzo de 1984, el presentador del programa Stewart Cheifet entrevistó al propio Gary Kildall -co-presentador del programa- con motivo del reciente lanzamiento al mercado de una versión multi-tarea de CP/M-86. Esta versión de CP/M permitía ejecutar varios programas al mismo tiempo en diferentes consolas, posibilidad técnica que en otros sistemas operativos llegaría varios años más tarde, promediando la década de 1980. Stewart Cheifet le solicitó a Gary que le explicara a la audiencia qué es un sistema operativo. La respuesta puede resultar aun hoy muy esclarecedora. A su lado se encontraba Tony Fanning, un alto personal de ingeniería de Hewlett-Packard, a quien, tras la respuesta de Kildall, le consultaron qué esperaba él, como usuario, de un sistema operativo. Fanning respondió:
“En verdad cuando voy a usar un sistema operativo quiero que me resulte transparente, no quiero poder verlo, tan sólo quiero poder usar una aplicación (..) si lo que estoy tratando de hacer es, por ejemplo, procesar un texto, me gustaría que el sistema operativo desaparezca y no me moleste”. (The Computer Chronicles, Programa 5, año 1984, min. 10:00-10:26)
Las citadas palabras de Fanning retratan a la perfección el espíritu de una nueva época. De acuerdo que la visión deslizada por Fanning, el fin de la computación consiste en ejecutar programas que sean aplicaciones -procesadores de texto, planillas de cálculo, etc.- sin que nada se interponga en la realización de dicha acción. Las aplicaciones son productos acabados, herméticos, y aquello que hace posible la ejecución efectiva de dichas aplicaciones debe permanecer oculto. El mensaje era: no comprendas, limítate a usar.
La ética del hacker[7]
Gary Kildall acostumbraba a socializar los proyectos en los que se encontraba trabajando en reuniones con colegas y empresarios, o en foros especializados y congresos. Cuentan que Bill Gates solía, en términos jocosos, rogarle que por favor abandonara la práctica de comunicar sus invenciones antes de lanzarlas al mercado porque de esa manera se exponía a que otrxs se apropiaran de sus ideas.
Los aires habían cambiando. Silicon Valley preparaba ya el terreno para un nuevo concepto de computación. La computadora pronto dejaría de ser vista como un artefacto intrínsecamente interesante y pasaría a ser una caja de herramientas con las que poder realizar todo tipo de tareas de manera rápida y efectiva: ¡a pedir de Fanning! Un concepto de computación utilitarista centrado en las aplicaciones antes que en la propiedad de programabilidad de los sistemas. Se iniciaba un acelerado proceso de cajanegrización de las tecnologías computacionales. La figura del hacker iba a ser concebida como una amenaza al tiempo que la computadora personal comenzaba a incorporar a millones de nuevos usuarios.
Es difícil caracterizar la figura del usuario a partir de un conjunto de valores. Sus acciones delictivas, como la de ejecutar a diario copias ilegales de programas de Microsoft -programas por los que no está dispuesto a pagar un solo peso- se han vuelto inimputables. Por el contrario, la figura del hacker sí suele estar asociada, aunque equívocamente, a un conjunto de valores. En el imaginario colectivo, se trata de una figura atractiva cuya capacidad delictiva es posible gracias de su vasto conocimiento de los sistemas computacionales. Sin embargo, el hacker se define por su capacidad creadora y su compromiso con la defensa del Software Libre. El hacker, ante todo, es aquel que aspira a vivir de lo que le apasiona; y su pasión, por cierto, consiste en indagar, hacerse preguntas que cuestionen lo dado, crear, modificar, compartir y cooperar con otrxs. La ética del hacker encarna un conjunto de valores radicalmente opuesto al conjunto de valores que subyace bajo la figura del usuario, figura esta que la cultura californiana de Silicon Valley se empecinó en forjar.
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Antes que un equilibrista entre el mundo académico y el mundo empresarial, Gary Kildall quizás haya sido un hacker suelto en Silicon Valley. Murió muy joven, a los 52 años. Su nombre es poco conocido. Algunxs lo identifican como el hombre que pudo ser Bill Gates. Por suerte no lo fue.
[1] Alejandro Galliano, ¿Por qué el capitalismo puede soñar y nosotros no?, 2020.
[2] Muchxs consideran que la casa de electrónica de Hewlett y Packard fue la piedra fundacional de Silicon Valley.
[3] Sobre transhumanismo el lector puede consultar mi nota publicada en POGO en abril de 2021.
[4] Esta nueva casta de empresarios recién en la década de 1990 tendrían amplio reconocimiento y visibilidad.
[7] El sociólogo Pekka Himanen dedicó todo un libro a la ética del hacker.
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