El ojo mordaz sobre la pluma

Crítica / Libros: “Los años irreverentes. Escritos completos en El Amante/Cine – Volumen 1”, de Quintín. A Sala Llena Ediciones, 2019.

Entre 1991 y 2005, el procedimiento que utilizó Eduardo Antin, alias Quintín, para mantenerse en la cima de la crítica argentina de cine fue impensado: cuando creó la revista El Amante/ Cine junto a su pareja de toda la vida, la cineasta y fotógrafa Flavia de la Fuente, y su amigo Gustavo Noriega no pretendían otra cosa que canalizar su erudición literaria y su voracidad lectora en algo que les permitiera algo parecido a vivir de la escritura cinematográfica. Aunque sea vivir en parte. Fundar una revista para escribir de cine. Los demás elementos pedagógicos que orbitaron “la marca El Amante/Cine” devinieron por huella, trabajo y consistencia: un programa de radio, un programa de TV por cable, una escuela de cine. La dirección del BAFICI también es por añadidura. Habían creado un nombre y un prestigio. Al presente, ya no existiendo más la revista, ni siquiera en su última versión online, miles de lectores, cinéfilos y cineastas siguen (re)conociendo a El Amante/Cine como uno de los faros intelectuales del análisis del cine en nuestro país, vasto semillero de varias generaciones de periodistas especializados en la materia. 

En 2005 Quintín abandona su relación con el cine tal como había sido desde finales de la década de los ochentas: profesional. Por profesional queremos decir: trabajo diario, vivir de ello, consumir todas las horas de la vida, no avocarse prácticamente a otra cosa. Hoy Quintín sigue impartiendo talleres, siendo invitado por instituciones respetables y escribiendo y opinando de todo en las redes sociales, entre lo furibundo y lo distante, como fue su estilo muchas veces, divagando filosamente entre comments y contestaciones anárquicas, imperdonables por un contexto político agrietado. Enemigos tampoco le faltan a Quintín. Pero todos sabemos que por lo general eso es buen signo.

Hace poco tiempo Quintín volvió a ser noticia (cinematográfica): retomaría los textos sobre (su amor al) cine. Lo haría (lo hace actualmente) en el sitio A Sala Llena, creado por Matías Orta y Jose Luis De Lorenzo, dos tipos audaces que también repatriaron al gran Ángel Faretta (a quien Quintín leía en la revista Fierro, como hacíamos muchos). No contentos con este resultado, los colegas y su sello editorial ASL Ediciones se tiraron a la pileta del papel para asumir un riesgo editorial del tamaño del objeto a editar: monumental. El proyecto Los años irreverentes. Escritos completos en El Amante/Cine busca recopilar eso que titula: todos los escritos que Quintín vertió en la revista (pero TODOS: el cien por cien, incluidos recuadros y notas, y en orden cronológico, respetando la tipografía original, el color del papel, TODO: casi un facsímil experimental). El volumen 1 –del que estamos escribiendo, el único que ha aparecido, a la espera del Volumen 2– alcanza las 936 páginas. Hoy un “El Amante” no podría surgir debido a que el campo se minó de plumas pensantes y diestras y, por ende, existen decenas de buenos sitios para informarse y aprender, como el mismo www.asalallena.com, o www.otroscines.com o www.conlosojosabiertos.com, dirigido por Roger Koza. Pero si aún les gusta el contacto con el papel y engrosar la biblioteca con lomos completos, este es el auto-regalo que deben hacerse para el cumpleaños o con el aguinaldo.

¿Cómo escribe Quintín? Se lee como se ve una película de John Woo: a los tiros. La prosa fluida de frases cortas y lucidez analítica, poco amiga de los adjetivos y las palabras compuestas, lisa, llana y embebida por atisbos de un ser susceptible de ser marcado como reaccionario porque es producto de una honestidad kamikaze y cabal que no busca el aplauso sino expresar lo que realmente pasa por su cabeza, sin negociar nunca con la opinión ajena, hilando conceptos y desafíos temerarios. “El hombre que siempre tiene razón, incluso cuando no la tiene”, dice perspicazmente el prologuista, el mencionado ladero Gustavo Noriega. 

Con el volcanismo de un relator de fútbol y la cabeza de un enciclopedista fogoso, escribe Quintín. “Mi El Amante ideal era una mezcla entre los Cahiers du cinéma y El Gráfico”, sentencia, sincero, como siempre, el autor.

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