TÉCNICA Y PATRIARCADO

Un hallazgo arqueológico feminista

En noviembre del 2020, la revista Science Advances publicó una investigación dirigida por Randall Hass de la Universidad de California: “Mujeres cazadoras de la América temprana”.La investigación se basa en un hallazgo arqueológico en Puno, Perú, a 3.925 metros de altura, en un lugar de enterramiento denominado Wilamaya Patjxa.[1] En una de las excavaciones encontraron los restos de un cuerpo de mujer -cuyo sexo fue identificado a partir del esmalte dental mediante una sofisticada tecnología -, de entre 17 y 19 años, enterrado hace unos 8.000 años junto con herramientas para el procesamiento de animales y para la caza mayor. Este singular hallazgo llevó a revisar unos cuantos descubrimientos similares en toda América, y observaron que un tercio de estos antiguos cazadores eran mujeres, que también habían sido enterradas junto con sus armas de caza.

Este hallazgo arqueológico hace tambalear la naturalizada división sexual del trabajo, que fue siempre validada por la ciencia -¡hasta ahora!-, especialmente por la arqueología y la antropología. La división sexual del trabajo supone que en las pequeñas comunidades primitivas los hombres eran cazadores y las mujeres recolectoras y cuidadoras de la descendencia. Este descubrimiento es una punta para afirmar que en estas primeras sociedades humanas, en tanto primeras economías de subsistencia, que enfatizaban la caza mayor, alentaban la participación de todas las personas capaces de cazar, independientemente de su género. Entonces, la división sexual del trabajo era inexistente o menos pronunciada en nuestros primeros antepasados cazadores-recolectores.

Desde el feminismo, sostenemos desde hace tiempo que la ciencia y la tecnología son una construcción social, permeables a los valores dominantes en cada época. Por eso, durante muchos años, la tecnociencia ha reproducido y reafirmado en sus hallazgos e invenciones el sistema patriarcal, capitalista y colonial. El descubrimiento de mujeres cazadoras no sólo se debe a que encontraron sus cuerpos junto a sus armas, sino a que se cuestionaron (¡por suerte no dieron por “natural”!) que los cuerpos encontrados podrían ser de mujeres y no, como era esperable, de varones. Quizá la ciencia se está haciendo feminista… o, al menos, se permite hacer preguntas en relación a los géneros (¡tampoco seamos tan optimistas!). Además, este hallazgo refuerza la crítica feminista a la actual división sexual del trabajo (por ejemplo, que el trabajo doméstico siga recayendo mayoritariamente en las mujeres), división muchas veces defendida basándose en los roles o capacidades “naturales” según el género.

Divide y reinarás  

Pero ojo, también podemos darle la vuelta y decir que las tecnociencias tejen las relaciones sociales, que construyen valores, de tal forma que muchas veces no vemos los hilos. En el artículo de Randall Hass, por si fuera poco lo que des-cubren, se entreveran otros nudos de la construcción social del conocimiento a las que estamos tan acostumbradxs que no saltan rápidamente a la vista. Y las técnicas y las tecnologías tienen mucho que ver con este revés ocultado de la trama.

Lo más obvio quizá sea decir que el artículo está escrito en inglés, (¡pero claro, si es el idioma de la ciencia y la tecnología!). Dirán también que es el idioma universal y que todxs podemos leerlo y blablablá. Suerte que varios diarios, sobre todo españoles, contaron la noticia, para que lxs hispanoparlantes (una imposición lingüística bastante anterior) y, obviamente, no- antropólogxs, nos enteráramos de semejante hallazgo.

El artículo trata acerca de un descubrimiento en el Perú por norteamericanos, y colaboradores locales claro, (¡el más importante aparece número 8 en la publicación!) y los derechos pertenecen a universidades de los EE.UU (más signos de exclamación). Todo siguiendo la tradición parece, porque incluso el Machu Picchu fue “redescubierto” por un norteamericano… No olvidemos que además de una división sexual del trabajo hay una división internacional del trabajo y también del trabajo científico.

La preocupación por las creencias acerca de lo sagrado, de cómo enterraban a sus muertos lxs pobladores andinos de hace 8000 años, y también lxs de ahora, caen por supuesto fuera de la investigación tecnocientífica, pero eso es tela para otro texto.

Las herramientas importan. Cazar importa

Volvamos al problema de la división sexual del trabajo. El descubrimiento de las mujeres cazadoras revela también que la hipótesis del hombre-cazador es una invención antropológica y parte del sistema patriarcal. La idea fue desarrollada por Sherwood Washburn, un antropólogo físico norteamericano y pionero de la primatología, durante los años 60. Esta hipótesis sugería que la forma de vivir humana fue posible gracias a la caza para la obtención de comida. Pero la caza sólo podía realizarse con herramientas, así el desarrollo cerebral estaba vinculado a la fabricación, el uso y la enseñanza del empleo de herramientas. Las herramientas fueron fundamentales en el proceso evolutivo del ser humano (¿El humano hizo la herramienta o la herramienta hizo al humano?). La caza era el principio del cambio, ya que de ésta resultó la cooperación social, las habilidades técnicas aprendidas, las familias nucleares y el lenguaje simbólico. Pero, nos contaron tantas veces, que la caza era una novedad y especificidad masculina. De ahí que se concluía que la forma de vivir humana fue posible por los hombres cazadores, sobre ellos recae el desarrollo de nuestra especie.

La historia del origen de la humanidad coincide con la historia de la técnica, donde las mujeres y disidencias sexuales hemos sido excluidas. Se trata de una historia ciega al género porque escribe una historia universal, pero que en realidad es la historia del hombre (y en general, occidental, blanco, burgués y heterosexual). Una de las principales razones de que seamos extrañas a la técnica fue la difundida creencia en que no teníamos habilidades técnicas. Los mitos que han poblado el imaginario cultural -y científico- han narrado que las mujeres tenemos poca relación con la técnica porque requiere habilidades que no son desarrolladas por nosotras. La ciencia y la tecnología se encuentran plagadas de sesgos de género, en su historia, su lenguaje, sus procesos y resultados. La historia de la ciencia y la tecnología (¡y de la humanidad!), ha sido escrita por varones, y las mujeres hemos sido demasiadas veces invisibilizadas y marginadas. Razón por la cual decimos: ¡Es hora de escribir una historia feminista de la técnica!


[1] https://advances.sciencemag.org/content/6/45/eabd0310

Natalia Fischetti es Dra. en Filosofía e investigadora en el CONICET.

Andrea Torrano es Dra. en Filosofía. Profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNC e Investigadora en el CIECS-CONICET.

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