POETAS EN SU VOZ: DANIEL TOMÁS QUINTANA

Daniel Tomás Quintana nació en Deán Funes (Córdoba) y ha publicado los poemarios: “Elogio de la Patria”, “Versos cotidianos”, “Ando con ganas de volverme viento”, “Ejercicios de la memoria”, “Animal empalabrado”, “De crisálidas y otras redenciones – Versos en cuarentena”. Además colabora en la revista cultural Desterradxs, ha compilado las Antologías Empalabradas I, II, III y Urdimbres de Letras y es coordinador del Café Literario “La Mazamorra” y del Encuentro de Empalabrados.

 

 

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huérfano

del silencio

el ángel ciego

duerme en la frontera

del ocaso


el viento grita

abre heridas

esparce ladridos

rumores de cocina


detrás de los muros

un hombre amontona 

hojas en el patio

enciende su alegato de humo


mi vecina increpa a dios

lo mira cara a cara

murmura un salmo hereje


una mujer 

sirve sopa de lágrimas

en un plato ausente


detrás de los muros

la vida no usa tapabocas

(“De crisálidas y otras redenciones – Versos en cuarentena” – Ediciones El Mensú – 2020)

 

Materiales

 

Para escribir / a mí me basta / echar mano a lo cercano: / algún ángel desterrado, / un demonio arrepentido, / un beso suspendido, / unos ojos atrevidos, / un gesto  inacabado, / una tropa de delirios, / un caballo desbocado, / un borracho, una guitarra, / un juego de payana, / un aguacero, una fogata, / una plaza solitaria, / una casa abandonada, /  algún perro callejero, / un atisbo de ternura / o alguna escueta / noticia de la muerte.

Para escribir / a mí me bastan, / una hoja de papel inmaculado / o una sencilla servilleta / con un beso de rouge en el orillo, /  un alfabeto completo, / un par de comas, / algún punto / y unas barras inusuales.

Así escribo / palabras oxidadas, / sonidos mojados de placenta, / pausas de todas las texturas, / unas cuantas metáforas / de barro, luna o árbol, /  unos versos con ecos de madera, / una liturgia profana, / un salmo, una oración, / un himno simple / con aromas de pan / o de mujer.

Con esos materiales, / escribo, /  soplo el fuego, / enciendo farolitos, / despliego banderines, /  golpeo los tambores / y dibujo estrellas / en la cara del silencio.

(De “Ando con ganas de volverme viento” – Ediciones El Mensú – 2015)

 

Milagritos



Es imprescindible, 

de vez en cuando, al menos, 

treparse al día, encaramarse 

en el árbol azul de la mañana 

o en la rubia estatura de la siesta, 

para divisar la vida, 

descubrir milagros 

o desenterrar prodigios.




Me refiero a milagros 

y prodigios de entrecasa, 

sencillos, sin destellos, pequeñitos,

de esos que no ocupan 

la portada de los diarios, 

ni los titulares de la tele, 

de esos que no merecen 

cortes de cinta, discursos ni sermones.




Digo, por ejemplo, 

un niño vencedor del hambre, 

una mujer rescatada de las bestias, 

un hombre con la risa entera 

o un jazmín en la solapa del soldado.




Estoy hablando, amigos míos, 

de mesas con pan y vino rojo 

y sopas y pucheros, 

de techos sobre las cabezas de la gente, 

de chicos que lean en voz alta, 

de manantiales de agua pura, 

de tierras feraces, 

de molinos movidos por el viento 

y de un ejército de fuegos cocineros.




Esos son los milagritos, 

los pequeños prodigios 

que trato de atisbar 

de vez en cuando.

 

(De “Animal empalabrado” – Ediciones Mascarón de Proa – 2019)

 

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