LO QUE NOS DEJÓ EL FUTURO

El festejo por el centenario de la Revolución Rusa no fue el esperado: el gobierno optó por no realizar actos oficiales y limitar los homenajes al ámbito de las instituciones y, sobre todo, a los museos estatales. A partir de testimonios y sin apelar al tentador material de archivo, Sofía Bordenave se propone desconfinar los recuerdos y devolvérselos a los habitantes. Katya, quien vivió los últimos esbozos del acontecimiento, recorre los espacios claves en el proceso revolucionario y rescata a partícipes como el científico Aleksandr Bogdánov, autor de un utópico libro de ciencia ficción anterior a la Revolución, que le da el nombre al largometraje. Nikita y Karl, dos jóvenes cuya pasión es pasear por los techos de la ciudad e inspeccionar edificios abandonados, se convierten en antropólogos para localizar pistas de una Rusia que ya no existe pero que resuena en el presente. Estrella roja advierte sobre los riesgos de invisibilizar la historia, mientras inspecciona esa zona donde la memoria personal y la colectiva empiezan a volverse una.

De esta manera se plantea la sinopsis del filme Estrella Roja de la cordobesa Sofía Bordenave, quien lo presentó dentro de la Competencia Argentina en el pasado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La película recibió el Premio de la Crítica Joven. Entre sus fundamentos, el Jurado argumentó: “Erigida bajo la forma de un ensayo ficcional, aborda la Historia a través de diversas voces, objetos y espacios que recuerdan los tiempos espasmódicos de la Revolución Rusa. El film no busca la precisión de los acontecimientos, mucho menos su decantación ideológica, sino referir bellamente a un momento donde ‘el futuro era infinito’ y sugerir que el cine aún puede hacer crecer la fuerza inventiva que ha perdido la humanidad”.

Así cuenta Bordenave -en el Q&A del Festival- cómo aparece la intención de rodar una historia en una geografía tan lejana: “la idea de filmar en Rusia surgió primero. Y hubo varias cosas que fueron confluyendo para que eso suceda. Una era que se cumplían 100 años de la revolución. En una charla de café un amigo me dijo: qué buen año el próximo para estar en Rusia. Viajar por el sólo hecho de viajar no tiene tanto encanto como viajar y tener una misión, ir para hacer algo. Y la película de alguna manera también comenzó por eso. Eso sumado a un trabajo que venía haciendo en escuelas, sobre cine y filosofía, donde habíamos estado viendo bastante sobre la idea del futuro, la construcción del futuro a través de determinadas películas. Y cuando les preguntaba a chicos entre 14 y 16 años cuál era su idea del futuro, todos, pero todos, tenían ideas tremendamente horribles. Era siempre una distopía, el futuro no existía de la manera cándida y esperanzada como lo pensábamos antes. Y con esa mochila fuimos a Rusia. Ya me había acercado a Bogdánov (Aleksándr) cuando decidí hablar de esa época. Cuando empecé a buscar qué había de la revolución, del futuro, de ese tiempo histórico, lo primero que emerge de manera casi obvia es esto: Bogdánov, Fiódorov (Nikolái), los cosmistas y esa explosión artística que había en ese momento. Y por ahí nos metimos”.

Cuando aparece en pantalla Katya, todo se transforma. Ella es una de las protagonistas testimoniales, junto a dos jóvenes, Nikita y Karl, que deambulan por una San Petersburgo actual y demacrada. Esto comenta la realizadora sobre sus personajes: “Es una película que se hizo prácticamente sin guion, que se fue construyendo mientras filmábamos y luego en capas, en el proceso posterior. En ese momento, Bogdánov estaba presente, por eso Katya habla de él. Necesitábamos una mujer grande que hiciera ese personaje. El encuentro con Katya fue muy azaroso, casi aventurado. Nos contactamos con alguien de allá, del British Council de Moscú, que publicó por Facebook nuestra búsqueda y nos aparecieron tres propuestas y la elegimos a Katya. Y cuando fuimos, la conocimos y era increíble. Ella trabajó muchos años en la televisión, chequeando información, no actuaba, ni dirigía ni nada por el estilo. Pero tenía el timing de los rodajes, y la solidez y generosidad que se nota cuando está presente. Nos sentamos juntas a trabajar, yo le decía lo que tenía que decir y ella me lo repetía en inglés. Y después frente a cámara se paraba y lo decía en ruso. Con todo el tiempo que se toma, con el ritmo, la gestualidad. Y, además, no sólo estuvo presente todo el rodaje, sino que me acompañó por distintas partes de la ciudad y me ayudó con referencias literarias. Y con los chicos, Nikita y Karl, fue similar la elección, empleamos el mismo mecanismo. En realidad, Nikita llegó con su chofer que era Karl. Y cuando lo conocimos, ahí decidimos que serían ellos dos.  Recorrimos la ciudad metiéndonos en las entrañas de San Petersburgo. Ellos, además de tener eso de conocer los lugares casi clandestinos, subir a los techos, la aventura casi deportiva que tienen, también son grandes amantes de su ciudad.  Fue muy enriquecedor, porque conocían detalles y descifraban señales y símbolos en todos los sitios por los que íbamos pasando”.

Pero también hay una fuerte asistencia del relato en off a lo largo de toda la película: “Había que darle un sentido a todo lo que teníamos, y eso lo logramos con la presencia de Anna, que con su voz en off va uniendo todos los personajes que aparecen, las épocas y las digresiones. En la peli se abren como muchas ventanas y el montaje fue central en todo esto. Y fue creciendo y evolucionando”, expresa Sofía Bordenave.

“Creo que toda la película gira alrededor de una pregunta, ‘¿qué fue del futuro?’, en un momento en el que parecemos incapaces de articular una idea promisoria de futuro” concluye la directora, quien también es abogada y cuyo antecedente inmediato es el filme La suave noche (2017). A la espera de su estreno en salas locales, Estrella Roja es una propuesta distinta, y atrapante, en un viaje que intenta reconstruir ese pasado que se proyectaba al mañana.

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