NO SE TRATA DE VOS

EDITORIAL

“…Quiero decir, presidente, que en mi condición de abogado…”, ”…la moral y las buenas costumbres…”, “…La jerarquía constitucional y el pacto de San José de Costa Rica…”, “…derecho es que la inflación…”, “…Este proyecto de ley nada tiene que ver con proteger la vida, pido a Dios…”, ”…coincido con los curas en que las mujeres aman la vida…”, ”…Un año de los chicos sin clases…”, “…Como tucumana no puedo…”, “…vivir un embarazo es maravilloso…”, “…la mamá de Cavenaghi, lo recuerdo porque soy de Boca, nos hizo varios goles, lo recuerdo bien…”, etc, etc, etc.

Estos son algunos de los argumentos que todos y todas los que seguimos de cerca el debate por la Ley de I.V.E. en la Cámara de Diputados pudimos escuchar. Otros no, ya que se trataba de palabras inaudibles, balbuceadas o mal leídas. Estuvieron presentes también varios clichés esperables como las referencias al apuro de la ley, cuando la legalización del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos data de hace más de cien años. Más de un siglo esperando, sin embargo la Diputada Lehmann propuso que se pase para después de la Navidad.

Mucho derecho constitucional, mucho fundamentalismo religioso, poco fundamento científico y muy poco conocimiento de la realidad. Por momentos me parecía estar escuchando diálogos lejanos provenientes de un pasado distópico, una especie de ficción en la que se discutía si se iba a permitir que ocurran los abortos o no. Personajes inocentes, almas de cristal inmersas en una especie de película de Disney en la que en vez de príncipes y princesas sus protagonistas eran santos, ángeles, figuras religiosas. Protagonistas de una historia en la cual las mujeres no abortan, jamás lo hicieron y esta Ley es esa villana que, cual maldición arrojada sobre la tierra, obligará a todas a abortar.

¿En qué situación podríamos estar discutiendo algo relacionado con los cuerpos de los hombres?, me preguntaba insistentemente. Que si se nos permite votar, que si se nos permite divorciarnos, que si se nos permite abortar.

Parecen cosas tan lejanas, tan Edad Media todo, pero no… Todavía en Argentina las personas con capacidad de gestar tenemos que estar pidiéndole a la Sociedad que por favor nos deje tomar decisiones, mientras banderas celestes exhortan a salvar las dos vidas. ¿De qué dos vidas hablan? En un aborto clandestino, muere la mujer y muere el embrión.

Lejos de argumentaciones científicas –en las que no voy a entrar por haberse dicho y leído demasiado al respecto ya- los discursos detractores apelaron mayormente a la autorreferencialidad. Lo que a cada uno/a le sucedió, a sus allegadas, a quien sea. Y sí, todos y sobre todo, todas tenemos una situación para contar y compartir. Mientras seguía el debate en Diputados, recordé a aquella querida amiga al borde de la muerte que, a instancias de un ginecólogo pro vida, fue víctima de una infección por un embarazo anembrionario.

Pero acá no están en juego nuestras historias, ni la mi amiga, ni la de la mamá de Cavenaghi.

No se trata de tus vivencias, no se trata de vos.

El aborto es una práctica milenaria que se lleva la vida de las pobres y que aquellas personas en mejores condiciones socioeconómicas pueden resolver por otros medios. Se trata de las Socorristas, un grupo de mujeres que hace, por sororidad absoluta, el trabajo que debería estar haciendo el Estado. Se trata de las que murieron, de las que podemos salvar.

Y entre tanta mojigatería, el énfasis sobre la obligatoriedad de la E.S.I. (Educación Sexual Integral) como sustitución de la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Acudir a ese argumento requiere, al menos, leer detenidamente la ley. Hipócrita e irresponsablemente, la interpretación educativa que hace el aparato católico-patriarcal sobre la sexualidad nada tiene que ver con la E.S.I, utilizando manuales no sólo erróneos sino además potencialmente peligrosos. No previenen un embarazo no deseado y exponen a los y las adolescentes a enfermedades de transmisión sexual. No sólo allí está la hipocresía, sino que en esos discursos tan políticamente correctos, tan moralmente aceptables se esconde un profundo desconocimiento de la Ley 26.150.

Dicha Ley de Educación Sexual Integral engloba una serie de lineamientos curriculares tomando la sexualidad como concepto que excede la genitalidad, englobando emociones, sentimientos, creencias. Pretende que los niños, niñas y adolescentes desarrollen en forma plena su subjetividad. No somos sólo seres biológicos, por lo tanto no se nos puede considerar como personas con una única capacidad: la reproductiva. Dicha concepción del ser humano está inscripta en una ley vigente. Obligar a una persona con capacidad de gestar a maternar, es tortura. Esa misma tortura de la cual varios a los que representan y defienden fueron cómplices e hicieron silencio. Ese mismo silencio que quieren seguir legitimando a través de la no aprobación de la Ley. Y no se trata de vos ni de tus creencias. Se trata del derecho a la dignidad humana.

Y para finalizar, diputado Héctor Stefani, los números de los abortos clandestinos no existen, porque son… bueno, clandestinos.

Diputada Gladys Medina, el valor de la dignidad humana quizás no tenga mucho que ver con una menor de edad que muere a causa de un aborto clandestino, o que es obligada a parir contra su voluntad.

Diputada Massetani, desconozco la bibliografía con la que aprendió Biología, pero un embrión no se chupa el dedo ni hace gestos con la cara. Si usted se refiere a un feto, eso ocurre cuando el embarazo está mucho más avanzado. Incluso ocurre en niñas que son violadas por quienes las vieron chuparse el dedo y hacer gestos con sus caras, fuera del útero (la aclaración va por la confusión de sus palabras).

Diputado Hernán Berisso, usted afirma que la ley tiene un fuerte contenido político. Sí, por supuesto. Es un proyecto de ley. Interesante que haya tocado el tema del costo psicológico que apareja un aborto. Cómo psicóloga, celebro que se toque el tema. Imagine en la clandestinidad, al borde de la muerte, a escondidas de un familiar violador, imagine también la psiquis de una niña que fue obligada a gestar y parir en condiciones similares. Un experiencia traumática de esa índole marca la sexualidad de una persona para siempre. Por supuesto que el aborto también. Pero tener la posibilidad de realizarlo enmarcado en la Salud Pública es un derecho.

No se trata de que pretendamos que abandonen sus cultos religiosos, celebro la libertad de los mismos. Se trata de que no se metan con quienes no adherimos a ellos, con quienes ya estamos hartas de pedirles permiso para decidir sobre nuestros cuerpos.

Ah! Me olvidaba… Diputada Rezinovsky, no se preocupe. Vamos por la separación de la Iglesia del Estado también. 

Educación Sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir. Que sea ley.

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