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EL PASO DE LA TORTUGA POR LA CÓRDOBA DE LOS AÑOS OCHENTA
Tras la recuperación de la democracia a fines de 1983, en Argentina aún no se había producido el desembarco masivo de la IBM/PC
; las atractivas Interfaces Gráficas (GUI
) se hacían esperar –al menos para el gran público– incluso en los Estados Unidos; el hardware que hacía posible la práctica de la computación en nuestro país era variopinto y en las escuelas el término ‘gabinete de computación’ tenía un aire primermundista y, por ello, resultaba ajeno a la realidad nacional. Algunas instituciones educativas, no obstante, comenzaron a prepararse para un cambio de escena.
En la ciudad de Córdoba se crea la Escuela Nueva Juan Mantovani en el año 1984. Un año más tarde la escuela decide conformar el equipo para un nuevo espacio, el área de computación. Este equipo, coordinado por Susana Saal, debía introducir ese artefacto futurista llamado computadora en cuarto y quinto grado de la escuela primaria. Tanto docentes como estudiantes debían aprender a relacionarse con lo que para la mayoría constituía una verdadera caja negra. Decidido a buscar testimonios, memorias de aquella experiencia, me contacté con la Ingeniera Fanny Martín, docente de computación –ya retirada– en el Instituto Juan Mantovani y parte fundamental de aquel equipo de docentes que introdujeron tan tempranamente la asignatura computación en el ciclo elemental.
De acuerdo con algunos documentos de la época, ya se percibía que la informática no sólo había llegado para quedarse1 sino que reconfiguraría el tejido mismo de nuestra sociedad. En el capítulo introductorio de un libro pionero sobre Informática Educacional, publicado en 1987, lxs autorxs escribían:
Este libro está dirigido, en especial, a educadores y a quienes estudian para serlo, como forma de proporcionarles un apoyo funcional ante un cambio que no se podrá soslayar, porque sería insólito pensar en un mundo futuro sin informática, como lo sería (…) un mundo sin energía. (Cf. Norma Pizzarelli et al., 1987, p. 3)
Un tema sutilmente planteado en este libro de 1987 concierne al tipo de relación que se buscaba establecer entre lxs estudiantes y la computadora. Motivado por la lectura de este material pedagógico de antaño, la mañana del 7 de marzo pasado me reuní con Fanny Martín para conversar durante más de dos horas sobre la enseñanza de la computación en la Córdoba de los años ochenta. Antes de pasar a la entrevista, discutiré muy brevemente una serie de conceptos-clave que se presentan en Informática Educacional; estos conceptos me sirvieron de encuadre y guía durante el intercambio con Fanny.
Codificadores’ no, ‘usuarios inteligentes’ sí
Los autorxs de Informática Educacional discutieron con detenimiento el enfoque que se debería adoptar en relación con la introducción del módulo correspondiente a programación. La elección de uno u otro lenguaje de programación, argumentaban, ante todo debía estar supeditada a los objetivos que se persiguieran en cada etapa de la formación. El libro estaba dirigido tanto a docentes de computación como a docentes de otras áreas. Sostenían que se debía formar a lxs docentes no para que sean especialistas en uno o más lenguajes de programación sino para que desarrollaran herramientas que les permitieran aprender, por sí solos, los diferentes lenguajes de acuerdo con la necesidad. Por otra parte, atendiendo a los cambios vertiginosos que ya exhibía en la década de 1980 el campo de la informática, los autorxs formulaban una serie de interrogantes a los que todo docente debía atender al momento de elaborar una planificación (cf. Pizzarelli et al. p. 27):
- ¿Qué objetivo tiene enseñar un lenguaje de programación?
- ¿Qué técnica de programación se debe enseñar?
- ¿Todos debemos ser codificadores o debemos ser usuarios?
El último de estos tres interrogantes toca el meollo de esta nota puesto que refiere al tipo de relación que se pretendía establecer entre las personas y las computadoras de cara al nuevo milenio. El propósito de la formación se juega en este dilema. Aquí conviene desambiguar el uso de los términos atendiendo al contexto de la época y de la obra. Por ‘codificadores’ debemos entender ‘programadores’; por ‘usuario’ debemos traducir “una persona que es receptora pasiva de las tecnologías computacionales y que su relación con la computadora se reduce al plano de las aplicaciones finales”.2 La respuesta dada por el libro es otra. La pregunta es de carácter retórico dado que plantea un falso dilema. La escuela no debe formar ni codificadores ni usuarios sino “usuarios inteligentes”. Este último término hacía referencia a una persona con las habilidades prácticas propias de un “operador”, a lo que se debía añadir una cultura situada, histórica y social, de la tecnología. Un operador era una persona con cierta expertise en el manejo de la computadora, con conocimientos básicos de su arquitectura, de programación, y capaz de utilizar un sistema operativo desprovisto de interfaz gráfica. Tras haber desentrañado la terminología contenida en Informática Educacional, me acerqué a conversar con la Ing. Fanny Martín, profesora de computación en la Escuela Nueva Juan Mantovani de la ciudad de Córdoba desde el año 1985.
La tortuga y sus huellas
La extensa conversación que mantuve con Fanny tuvo lugar la mañana del 7 de marzo de 2025. Si bien surgieron preguntas específicas, algunas planificadas y otras surgidas de la propia dinámica del intercambio, básicamente le consulté qué recordaba del ecosistema informático de la Córdoba de los años ochenta; también le pedí que intentara reconstruir la experiencia en el Mantovani desde la formación del área de computación en 1985 hasta los cambios acaecidos en el universo de la informática y su enseñanza en la década de 1990. Fanny además me facilitó dos interesantes documentos: una breve nota que se publicó en noviembre de 2024 con motivo de los 40 años del Juan Mantovani. Allí narra su experiencia en el “Manto” desde sus comienzos –año 1985– hasta el año 2010; el segundo aporte, fue un registro audiovisual –grabado muy probablemente en el año 1997– en el que se la puede observar intercambiando con colegas e instruyéndolos en el uso de las entonces nuevas herramientas multimediales –parlantes, micrófonos, lectora de CD, etc.
El inicio de la conversación versó sobre las primeras computadoras utilizadas en la escuela y las limitaciones importantes que poseían: me refiero a las TI-99
–la compu que pueden observar como imagen principal de esta nota. Debían añadir, a fin de superar las limitaciones de memoria, un ‘expansor de memoria RAM
‘. Más tarde llegarían a la escuela las computadoras Talent
. A principio de los años noventa adquirieron las
MSXXT
que utilizaban el sistema operativo DOS
; y promediando la década, pasaron a las AT
y el entorno gráfico de Windows
. La temática de la industria nacional y la defensa de la soberanía tecnológica ocupó parte significativa de la conversación. Pero el eje terminaría siendo el lenguaje de programación LOGO
.
Figura 1: Fanny (izq.), junto a “la seño” Clara Andrade (der.), en medio de un taller al que titularon –en referencia a un libro de Horacio Reggini– “Automatismo o Creatividad”
El énfasis de Fanny estuvo puesto sobre la figura de Seymour Papert, creador de LOGO
: “Fue alumno de Piaget”, exclamó. La enseñanza de LOGO
a niñxs de cuarto y quinto grado tenía un justificativo preciso: basar la enseñanza en la práctica de resolución de problemas, y por intermedio de éstos, fortalecer capacidades metacognitivas mediante procedimientos de ensayo-error, revisión, replanteo y depuración del código. Este objetivo se encuadra en una perspectiva acerca de la tecnología que la concibe más como formadora de capacidades que como instrumento para la producción de contenidos. Responde a un proyecto educativo orientado a desarrollar un espíritu crítico y creativo, antes que productivo y “ajustado” a demandas sociales específicas. En tal sentido, el objetivo de utilizar LOGO
no era, vale aclarar, el de formar codificadores.
Durante la conversación, y ya bien entrados en tema, le consulté cómo había vivido la etapa de las AT
con Windows
, a mediados de la década de 1990. Fanny reconoció que fueron tiempos difíciles porque la demanda social –expresada muchas veces a través de los padres y las madres– tensionaba, cada vez más, con el proyecto y los propósitos iniciales de la clase de computación. Había que sostener LOGO
, la tortuga se volvió un emblema de la resistencia contra el paquete de ofimática de Microsoft
. Fanny adoptó una postura crítica, “eran una caja negra”. Se mantuvo pensativa, algo le dolía… algo que permanecía a pesar del paso del tiempo. No era LOGO
contra Word
. Por detrás latían concepciones profundas y contrapuestas sobre la manera de relacionarnos con una tecnología que había llegado para quedarse; una tecnología –y Fanny lo sabía bien– paradigmática de nuestro tiempo, i.e., una tecnología que paulatinamente moldearía buena parte de nuestras acciones e interacciones cotidianas.
*
La perspectiva de Fanny Martín guarda una consistencia notable con la idea de “formar usuarios inteligentes”, término propuesto en aquel libro sobre Informática Educacional de 1987. Una instancia altamente clarificadora de esta perspectiva surgió en torno a la polémica inclusión –ya a mediados de los noventa– del paquete de ofimática de Microsoft
. Usando la terminología antes definida, el paquete de ofimática conllevaba el peligro de terminar formando receptores pasivos de la tecnología, es decir, usuarios, en lugar de usuarios inteligentes.
El desafío, hoy como entonces, no es otro que resistir la condición de ser meros receptores pasivos de las tecnologías computacionales. Tal desafío tiene lugar en un tiempo donde la inteligencia artificial se presenta ante el conjunto de lxs seres humanxs como la nueva panacea.
1 “La informática ha llegado para quedarse” es justamente el título de una conferencia pronunciada el 28 de mayo de 1984 por Manuel Sadosky en la inauguración del Segundo Congreso Nacional de Informática y Teleinformática, realizado en Buenos Aires.
2 Sobre la emergencia de la figura del usuario en la historia de la computación, les comparto la siguiente nota publicada en Pogo en diciembre de 2024.
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