GESTIÓN CULTURAL EN TIEMPOS DE DISTANCIA SOCIAL
Muchos sectores de la sociedad necesitan tejer puentes para seguir expandiéndose. No es algo nuevo, pero ahora lo podemos ver con claridad. Esto es así principalmente para los artistas, gestores culturales, y trabajadores ligados a las diversas expresiones y movimientos culturales y artísticos del país y del mundo.
Todos sabemos, aunque no está de más decirlo, que la cultura no es prioridad para los gobiernos. A su vez, desde hace muchos años, pero de manera notoria los últimos dos, nos sumergimos en un contexto histórico de crisis económicas y políticas que solicita ajustes y recortes presupuestarios para todos los sectores sociales que se suelen considerar “improductivos”, argumentando que no producen empleo, riqueza y beneficios para superar dichas crisis.
Sumado a todo lo anterior, la mayoría de los trabajadores culturales que aspiran a gestionar algún espacio o actividad no cuentan con la formación adecuada, y esto no significa que haya falta de voluntad, de recursos o de tiempo, sino que -vale la aclaración- se conocen y difunden relativamente pocas instituciones u organizaciones formadoras de profesionales en este campo, y esto se debe a que su trayectoria es muy reciente y el tiempo de reconocimiento como disciplina con el que cuenta es muy corto.
Con esto quiero decir que, con la escasa formación que puedan tener estos trabajadores, y sin la posibilidad de contar con respaldo de los responsables en materia de artes y cultura, son contadas las oportunidades de progreso para el sector. Y la coyuntura actual está demostrando que se puede vivir sin muchas cosas, pero no se puede dejar de lado todo lo que nos conecta con la creatividad, el ingenio y la felicidad propia y compartida. La inversión en estos campos puede sumar empleos, infraestructura y fuerzas de trabajo, con lo cual se producirá más y se permitirá la pertenencia, el encuentro y el disfrute de la comunidad.
Y ya que estamos, quisiera plantear una cuestión más que importante: ¿cómo es posible gestionar cultura ante tanta incertidumbre, en tiempos de distancia social, inestabilidad económica y restricciones?
Para empezar, no soy partidaria de pensar en esta pandemia como un estado de excepción. Más bien creo que la excepcionalidad proviene de querer resolver las contingencias actuales con herramientas, conocimientos y mecanismos viejos, que están próximos a quedar caducos.
Sin negar la situación que atravesamos, y el caos que eso generó en nuestras vidas, siento que tarde o temprano iba a suceder algo similar, y me gustaría pensar que esto no es una crónica de una pandemia anunciada.
Ahora bien…
A partir de la globalización y del inicio de una era virtual, muchos cambios fueron dando lugar a nuevas estrategias y mecanismos de comunicación, intercambio, resolución de problemas y desafíos. La pandemia solo lo expuso para todos de manera más notable (y tal vez más cruda), ya que lejos de ser cambios armónicos y equitativos, están presentes en el marco de una estructura de desigualdad, injusta y asimétrica.
En ese sentido, la planificación de un proyecto o propuesta cultural y la adquisición de conocimientos y recursos, así como la obtención de apoyo para sostener dichos proyectos, propuestas, actividades y espacios necesariamente debe ir por otras vías.
Ante esto, agrego una pregunta más: más que sentir nostalgia y melancolía por las maneras aprendidas para llevar esto acabo y por las experiencias de gestión pasadas, ¿no será momento de pensar cómo implementar -desde aquí para adelante- planes de gestión cultural que permitan generar, paso a paso, resultados a largo plazo, que sean sustentables (más allá de ser viables) y den cuenta de la importancia que tiene promover arte y cultura en materia económica, política y científica para favorecer el bienestar de la sociedad?
En un mundo en el que nada es seguro, las restricciones impiden que la cultura se desarrolle como lo hace de manera habitual y los ciudadanos se enfrentan a las limitaciones actuales para ejercer su derecho a la cultura. Por ende, establecer estrategias, crear planes de acción, solicitar ayuda, entre otros, se convierten en un sueño para quienes se forman, emprenden y se comprometen para salir adelante.
Además, si dejamos por un instante de colaborar con la vorágine productiva y nos detenemos a pensar en las nuevas posibilidades que puede traer la virtualidad en materia de intercambio, diálogo y alcance, es probable que nos encontremos en un nuevo escenario, es decir, un contexto que trae nuevas oportunidades.
Entonces, ¿cómo es posible tejer puentes? ¿de qué manera se puede lograr el ansiado progreso en materia de arte y cultura? La gestión cultural necesita redes de acción, contención y apoyo, y esas redes se tejen dentro y desde un territorio en particular. Más allá de la distancia social, hoy en día contamos con las herramientas digitales para hacer posible nuevas formas de vinculación, organización y gestión. Tal vez el territorio también esté ahí, y no haya que temerle o lamentarse por no poder estar juntos, porque los abrazos y el “poner el cuerpo“ son una apuesta para estar presentes cuando, algún día, la cultura y las artes tengan el mismo valor y el mismo peso social que hoy tienen la seguridad, la obra pública y la economía, para el momento en que dejen de pensar que son sectores sin futuro para la humanidad y se constituyan en pilares fundamentales para la educación y la vida de cada uno de los seres humanos que habitan este planeta.