ESE VIEJO ARTEFACTO LLAMADO AMOR

A propósito de Hojas De Otoño de Kaurismäki

Hay películas que, sencillamente, nos acontecen. Que nos (con)mueven. Que nos permiten sintetizar un conjunto de preocupaciones comunes, un estado de ánimo social, un determinado clima de época. Todo eso, y más, me pasó al ver Hojas de otoño.

Dos personajes grises y solitarios viven en una ciudad que apenas se muestra a la cámara. Se trata de Helsinki, lo sabemos por un mínimo detalle, pero podría ser otro lugar. De hecho, podría ser cualquier lugar. Pero leo ahí un guiño, y aclaro, aunque no creo que haga falta, que la lectura que puedo hacer proviene desde un lugar muy distinto al de la crítica cinematográfica.

Desde esta mirada, decidir narrar la historia de estos seres sombríos desde Finlandia -país nórdico que encabeza desde el año 2018 el primer puesto en el Informe anual sobre la Felicidad en el Mundo- no es poca cosa. Y no lo es solamente porque desmonta el imaginario acerca del bienestar (o supuesto bienestar) escandinavo, sino porque nos muestra que hay algo inherente a las lógicas de dominación capitalistas de las que nadie escapa.

Los protagonistas, un hombre y una mujer, pertenecen a la clase trabajadora. Aunque parezca un cliché pasado de moda, son seres tan desposeídos que lo único que tienen para vender es su propia fuerza de trabajo. Cosa que hacen. Una y otra vez. En ese deambular desesperado entre distintas tareas se van topando con todo lo que el capitalismo contemporáneo tiene para ofrecer. Un vínculo con el empleo cada vez más precarizado, fragmentado y alienado, sujeto a sistemas de vigilancia entre pares, carente de toda protección, absurdo y obsceno en sus formas, aunque sí honesto: nadie pierde el tiempo con la promesa de un mañana mejor. No hay futuro. Sólo un eterno y triste presente en el que las fuerzas del dinero operan a sus anchas.

Como diría Mark Fisher, no debería sorprender a nadie que en este estado de situación las personas sientan depresión, ansiedad o falta de esperanza. Sin ninguna duda, el aumento de todo tipo de afecciones vinculadas a la salud mental es uno de los principales signos de esta era, y aunque el origen de estos problemas esté asociado a los modos en el que nos vemos obligadxs a reproducir nuestra existencia, la clave de todo radica en que estos padecimientos se viven y experimentan de manera individual. El protagonista se siente deprimido y esa depresión lo lleva a refugiarse en el alcohol, pese a que beber -todxs lo sabemos, él también lo sabe- lo hunda en su pozo cada vez más. Su vida está “atrapada y entrampada” en un circulo -cíclico y perverso- que gira incesante sobre su eje sin que se perciba ninguna alternativa o vía de escape.

Por si las cuotas de realismo capitalista no fueran suficientes, la narración no se priva de hacernos saber que el mundo está en guerra. En concreto, se trata del conflicto bélico Rusia-Ucrania cuyos ecos se cuelan en el cotidiano de estos personajes a través de la radio, pero en una interpretación más abierta podría tratarse de cualquier guerra, e incluso de la guerra como un elemento constitutivo de este tiempo. Vale recordar que las guerras no se libran exclusivamente en el plano militar, sino que cuentan, asimismo, con otras armas, como la economía y el sistema financiero. Cualquier similitud con lo que estamos viviendo en carne propia no es pura coincidencia.

Pero aunque parezca por lo que vengo diciendo hasta acá, no todo es desolación en Kaurismäki. A partir de movimientos mínimos (o gigantes si se piensa en lo que puede una mirada), tiene el gesto de señalarnos una posible salida de este laberinto. Porque en ese elenco de personas rotas, solas y explotadas, se abre también un espacio para la solidaridad. Para el disfrute del arte y la práctica de la amistad. Para distintas formas de la ternura. Ocurre el amor.

Tanto andar para volver a caer en la cuenta que todos los caminos conducen al mismo lugar y no es a Roma. Es la posibilidad del vínculo, el afecto, el lazo que nos une con otros seres (que no se limitan a lo humano) lo único que puede sustraernos de este temible estado de cosas.

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