Confesiones de verano

He hecho cosas tremendas, como meter en el lavarropas mi alfombra marroquí antigua. He hecho cosas inocuas, como dejarme estafar por una puta en Tokio. He hecho cosas tontas, como mentirle caricias a un adolescente. He abusado de las relaciones de poder. Y de los privilegios. Y he pagado las consecuencias. Aún lo hago. Sí, no lo dudes, tengo los valores trasvestidos. Las luces de la moral apagada. Mi libertad adeudada. Mi cuerpo demasiado sensible. Mi mente demasiado activa. Y mis años, ay, mis años…tan vividos, tan pocos. Tan largos, tan cortos. Como mis horas. Asfixiantes. Debería agregar: he logrado sobrecumplir mis deberes y sobreexponer mis virtudes, como una foto analógica de un rollo que nunca corre en la maldita cámara que simula moverlo. Nadie lo nota, se amontonan y confunden en una sola imagen. Lo peor de todo es que aún conservo los deseos de la verdad encadenados a mis adicciones.

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