LA VERDAD: EL TESORO DE LOS INOCENTES
La poesía en la música de Carlos Alberto Solari, o Indio Solari como coloquial y artísticamente se lo conoce, suele ser objeto de análisis en función del mensaje implícito del artista en su obra. En este caso se propone desmenuzar la canción El tesoro de los inocentes1, la cual es considerada una de las más representativas de la etapa solista del popular rockero argentino. Cabe acotar que la interpretación que este ensayo hará de esta obra poética se basa en juicios de valor respecto del sentido del lenguaje de Solari en virtud de su ideología política y el conjunto de creencias y valores que ha demostrado en el resto de su obra y en expresiones públicas durante su trayectoria.
El tesoro que no ves
la inocencia que no ves
los milagros que van a estar de tu lado
cuando comiences a leer de los labios
y a ignorar los embustes y gustar
con tu lengua de las aguas que son dulces
aunque te sientas mal.
(El tesoro de los inocentes, Indio Solari, 2004)
El inicio de la canción marca la idea fuerza (la cual ya está presente desde el título). Se dirige en segunda persona a un destinatario que por impedimento o por falta de voluntad carece de posibilidad de visualizar un tesoro. Ese tesoro es la verdad. La verdad que está por encima de prejuicios y estigmas construidos sobre bases no refutadas. Por eso la imposibilidad de conocer la verdad a su vez deslegitima, por esos prejuicios y estigmas, la inocencia implícita. La verdad que no se conoce oculta a su vez esa inocencia. Esto encuentra sustento en la Psicología, particularmente en las teorías que justifican como obra la psiquis del individuo en el proceso comunicacional. En virtud de estos postulados, la interpretación de la información está influida por factores psicosociales del individuo receptor, de sus valores, actitudes, creencias y normas.
En ese sentido, uno de los procesos cognitivos implicados se denomina exposición selectiva, según el cual las personas tienden a buscar, atender y aceptar los mensajes que concuerdan con sus creencias y actitudes y, por el contrario, evitan exponerse a los mensajes que las contradigan (Moya, 1999). La exposición selectiva explica por qué, a pesar de ser bombardeados a diario por una gran cantidad de información, los individuos son más proclives a la conservación que al cambio de sus actitudes (McGuire, 1985).
También entra en juego la percepción selectiva. Según este concepto podemos observar todo lo que sucede, pero es imposible asimilar y procesar todos los mensajes. Elegimos que mensajes percibir en base a nuestros intereses, actitudes y experiencias. El juicio que realizamos de otras personas o de situaciones fundamentado en nuestro bagaje no siempre es acertado. Y allí nos perdemos de conocer la inocencia que remarca el Indio, la cual la ocultan los estigmas y prejuicios. Los prejuicios se construyen con base en estereotipos y se refuerzan mediante la percepción selectiva (Klapper, 1960).
El último proceso cognitivo implicado es la disonancia cognitiva. El mismo explica por qué el destinatario de la poesía de Solari se sentirá mal a pesar de llegar a una verdad placentera al ignorar los embustes. El individuo es un sujeto social. Ergo, para la interacción social posee un bagaje compuesto por una serie de preceptos, creencias y conceptos que internalizó en los procesos de aprendizaje desde su nacimiento. En esto ha influido el contexto familiar (en primer término) y todos los entornos sociales en los que el sujeto interactúa (Berger y Luckmann, 1968). La disonancia cognitiva se produce cuando entra en conflicto un mensaje con ese conjunto de creencias del sujeto. Esto sucede cuando ese mensaje contradice ciertos preceptos que el individuo tiene para sí internalizados como verdades inequívocas y el mensaje refuta esas verdades con solvencia, más aun si se condice con la realidad objetiva. Esto genera un conflicto entre los preconceptos del individuo y el mensaje, lo cual puede provocar una crisis en el sujeto (Festinger, 1957). En ese sentido, Solari advierte que los milagros que conlleva saborear la verdad pueden ocasionar malestar.
Platón, siglos antes que Festinger y Solari, explicó con su alegoría de la caverna la disonancia cognitiva y la necesidad de romper nuestros preceptos impuestos externa e internamente para conocer la verdad oculta. En los diálogos del libro VII de la República el filósofo describe en una charla entre Sócrates y Glaucón cómo es la situación del ser humano respecto al conocimiento. Platón describe a un grupo de prisioneros que habitan una caverna subterránea. Están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden ver el fondo de la cueva. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o tabique, como si fuera un teatro de títeres. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas esculturas que representan desde animales hasta objetos inanimados. Entonces, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras, y los prisioneros creen que esas sombras son la realidad. El mundo en el interior de caverna es el mundo de los sentidos, donde el (supuesto) saber no está contrastado con la realidad. Todo es subjetivo. Es el mundo sensible. En cambio, el mundo real, el exterior, es el inteligible, el de las ideas, lo objetivo. Uno de los prisioneros, siguiendo su naturaleza, busca la libertad. Mirará hacia el otro lado de la caverna. El prisionero sería incapaz de percibir las cosas cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y al mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada hacia los objetos antes percibidos. En el mundo exterior le sería más fácil mirar primero las sombras, después los reflejos de los hombres y de los objetos en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la Luna. Así los milagros que promete Solari con el conocimiento de la verdad son acto, a pesar del dolor que implica en principio romper con los preceptos previos.
El conocimiento es libertad. La verdad es imprescindible para la realización del ser humano en sociedad. La verdad es el tesoro que no ves.
Juegan a “primero yo” y después a “también yo”
y a “las migas para mí”
y cierran el juego porque ya saben que
el tonto nunca puede oler
al diablo (¡Vida mía!)
ni si caga en su nariz.
(El tesoro de los inocentes, Indio Solari, 2004)
En estas estrofas Solari se refiere a los dueños del juego. A los detentores del poder en la sociedad. Por lo tanto, a los beneficiarios de que la verdad, el conocimiento, no libere al resto de los individuos. Al describirlos, el autor hace hincapié en el individualismo del modelo político-económico neoliberal. Y cierra explicando que los dueños del juego juegan (valga la redundancia) a primero yo, y después a también yo, y cierran el juego (confiados) porque el sujeto mira hacia otro lado, engañado por el canto de las sirenas de la sociedad de consumo.
El proyecto neoliberal ejerce el olvido de la interdependencia. El sistema ofrece un autoengaño porque se apoya en la ilusión de la salvación de uno mismo. Por eso, el tonto nunca puede oler al diablo, aún cuando el mismo diablo lo está engañando en sus narices.
La base de esta alienación ante el engaño evidente es el “imperialismo del gusto” (Harvey, 1998), por el cual los individuos deben focalizarse en satisfacer sus deseos como única vía para tener una vida acorde al modelo que rige.
“En efecto, el incentivo a la competitividad y el ‘sálvese quien pueda’ y el auge del consumo de bienes materiales exigido por el mercado para ‘pertenecer’, al tiempo que favorece la reproducción material del capital más concentrado, fomenta la plena vigencia de un individualismo de carácter hedonista que promueve la apatía hacia la política y el refugio en el ‘privatismo’ (García Delgado, 1994; Lipovetsky, 2000).
De esta forma, se incentiva un “modo de regulación” apolítico que resulta plenamente funcional a la acumulación capitalista (Harvey, 1998), ‘facilitando la tarea de todos los poderes para infundir disciplina y obediencia a sus mandatos’ (Bauman, 2003)”. (Fair, 2008)
El individualismo refuerza la alienación ante la anulación de la empatía. Desconocemos lo que pasa en la sociedad si sólo importa lo que nos importa. La obsesión por los deseos y problemas personales dificulta la percepción de los problemas y necesidades ajenos. También se fomenta una negación de la política como herramienta de solución de los problemas colectivos. El individuo deja de ser un sujeto político y es permeable al control social mediante la imposición del discurso único y el control social que ejerce los medios de comunicación masivos como emisores y amplificadores de ese discurso.
El neoliberalismo se instala como la única verdad, irremplazable, inevitable, aunque sea una farsa. El tonto que nos presenta Solari está aquejado por un síndrome de Estocolmo con el diablo que lo engaña en sus narices.
1. El tesoro de los inocentes integra el álbum El tesoro de los inocentes (Bingo fuel). Lanzado en diciembre del 2004, es el primer álbum de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, banda fundada y liderada por el Indio Solari, ex-vocalista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
BIBLIOGRAFÍA
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BERGER, Peter y LUCKMANN, Thomas (1968). La construcción social de la realidad. Buenos Aires, Amorrortu.
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