CUARENTENA 2020. UN ENSAYO ABIERTO
La capacidad de anticipación se nos volvió en contra. Gatillo enloquecido, dispara ansiedades y angustias. Vemos el futuro difuso detrás de una niebla de incertidumbres que hace desproporcionada la negatividad de lo que sucederá.
Se juntaron el miedo a morir y a cómo existir.
El tiempo se distorsiona en nuestra mente y nuestro foco.
El encierro aísla del ritmo cotidiano y las interacciones que construían nuestra normalidad.
Si deseamos que termine rápido, el tiempo pasa lentamente mientras crece la ansiedad.
Vivir el presente sin tanta anticipación es la receta de la estabilidad emocional en tiempos de ansiedad.
La mezcla de reflexiones, anhelos, ansiedades y culpas, opera el timón de la cordura en un mar que arrecia locura.
El contexto destroza varas de normalidad y la hace impredecible. Precisamente, lo que necesita el stress para expandirse a toda nuestra conciencia.
Nuestro cuerpo, materia, estable o volátil según qué lo ataca, responde a la física en que se gestó su biología. Su sistema de defensa es hacer conocido lo desconocido: encapsular, reconocer, destruir.
La mente, en cambio, es limitada o infinita según qué la estimula cultural e intelectualmente. Y qué tan bien comprendamos instinto y emociones positivas y negativas.
Creemos preferible lo expeditivo, lo que no demora en definiciones o se muestra esencial sin demasiado preámbulo, como si el vértigo de la vida moderna dictara las reglas para la introspección, la timidez o el mismo silencio de la privacidad.
Hasta que nos demandan prisa.
Este lapso de cuarentena forzada, donde el tiempo libre le ganó espacio al “tiempo ocupado”, nos hace sentir cierta inseguridad en nuestra percepción de los valores sociales y nuestras metas, en este circuito vertiginoso al que bautizó alguien Vivir.
Y muchos no vivíamos.
La cuarentena terminará.
La sociedad accionará nuevas interacciones y dinámicas para aminorar las consecuencias del contagio.
El individuo modificará y adaptará su comportamiento a la nueva normalidad. Sea con bronca, obsesión, pena, nostalgia o indiferencia.
Sobreviviremos.
La decisión más letal a definir en cada uno es respecto a si la economía determina nuestra percepción del tiempo, o nuestra percepción de confort y bienestar económico son flexibles y se adaptan a otros intereses que decidimos priorizar.
Momentos. Familia. Amigos. Viajes. Vivir.
No hay respuestas absolutas, solo guías y experiencias ajenas que nutren nuestro sistema de alertas.
El instinto hace lo que puede en tiempo real, la complejidad de la anticipación no es su fuerte, solo nos anima a actuar si percibe amenazas controlables.
Vivir es eso, y no es.
Cada uno tendrá su nueva lista de ítems a estrenar sobre cómo y qué vivir y experimentar al terminar la cuarentena, que ya pasó los 90 días.
Ajustada a conflictos económicos inesperados y normas sociales ásperas que tal vez se vuelvan normalidad, o tal vez solo duren un tiempo.
Vivir es la elección de cómo hacerlo.
Y a veces no es una elección, solo una consecuencia del contexto.
Sobrevivir es mantener la existencia a toda costa.
Existir sí es algo que se da por un motivo o una aspiración personal.
Ahí se cruzan los caminos.
Ahí confronta ego y ser
Que las superficialidades del pasado no sobrevivan a la pandemia.
Que las toxicidades del comportamiento propio y ajeno no afecten las emociones que nos conducen.
Que la honestidad de los sentimientos sea con menos personas, mejor elegidas.
Que trabajar y vivir sean simétricos
Que existir tenga un sentido motivador y no solo destinado a la supervivencia.
Que desear sea bienvenido y no reprimido.
Que no sean frases motivadoras estériles y sí planteos de la voluntad.
Que la conciencia evolucione en base a la comprensión honesta de qué y cómo somos.
Nuestro mantra cotidiano debería ser verbalizando en voz alta nuestro análisis, nuestros deseos y nuestras acciones del día para obtenerlos.
Porque nos avergüenza exteriorizar nuestras intimidades, es por lo cual hay que corregir cómo nos comunicamos interiormente.
O meditar. Ejecutar el acto consciente e introspectivo de hablarle a nuestro ser mental y emocional, directamente.
El limbo es un espacio temporal quieto, no vacío.
Se llena de incertidumbre.
O miedos.
O ansiedades.
O acciones.
O reflexión.
La cuarentena es mi limbo mental. Mi prueba de fuego emocional. Mi frontera íntima con deseos y anhelos frustrados.
Al terminar elegiré caminos.
La cuarentena es un golpe de timón social e individual.
Cada quien elige a qué toxicidad y a qué cambio mental quiere volver.
Que la elección sea sabia no depende de otros, solo de uno mismo.
Quizás, sí, para otros. Por su bienestar o nuestro amor, pero no porque otro lo reclama.
Quiénes somos y para qué vivimos o a dónde vamos, tienen algo en común que se responde de una manera macabra, al morir.
La muerte y la existencia son complementarias al final del recorrido.
Es en ese punto donde la respuesta de para qué vivir cobra sentido con la satisfacción por lo vivido, lo logrado. Las experiencias que nos nutrieron. Los individuos a los que amamos. Qué les dimos.
Luego, ya no hay más.
Excelente artículo. Lo cito con fuente en un parcial domiciliario que realizo para la Facultad de Artes donde soy alumna y recomiendo no perderse muchos artículos como el tuyo. Excelente aporte.Muchas gracias.