EL NUEVO NORTE HEGEMÓNICO

FAVALLI Y LA TECNOLOGÍA-ZOMBIE EN EL PAÍS DEL ETERNAUTA

En el penúltimo capítulo de El Eternauta, de Bruno Stagnaro,1 el ‘tano’ Favalli acepta dejar su casa a cambio de una casa-rodante para escapar “a la isla” con su familia, la de Juan Salvo y algunxs amigxs. Al recibir las llaves la escena hace foco, no casualmente, sobre el llavero del vehículo. Es el tercer llavero que la serie exhibe con detenimiento: el primero, uno de la selección argentina con Messi levantando la copa en Qatar 2022; el segundo, un clásico rombo de Renault; el tercero, aquel del que cuelga la llave de la casa-rodante, un globo terráqueo.

La casa de Favalli, ante todo su garaje, es muy codiciada por aquellxs que están dispuestos a resistir. Favalli es Ingeniero Electrónico.2 También es un acumulador de objetos antiguos, cuestión que se revela desde el primer capítulo cuando Ana –su esposa– decide a sus espaldas deshacerse de las viejas guías telefónicas. Como es sabido, en El Eternauta sólo funcionan las tecnologías del pasado: gramófonos, walkie-tolkies, y automóviles a carburador. De hecho, desde la aparición de la serie, la cual es hoy un éxito a escala mundial, se ha vuelto viral la frase “lo viejo funciona”.

Favalli, capítulo tras capítulo, va desentrañando lo que está sucediendo con el planeta. De a poco comprende por qué se produjo la nevada y la razón de su efecto mortífero. También el por qué del apagón electrónico y digital. En el Capítulo 3 sucede lo que podemos llamar un momento eureka. Favalli advierte que las brújulas ya no marcan el norte. La crisis magnética –por llamarla de alguna manera– sin duda afecta a cada punto del sistema-tierra. El llavero de la casa-rodante le estaba diciendo a Favalli: “cuidado tano, ya no hay lugar a dónde ir”.

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Pero la crisis magnética, y sólo esa, acaba cuando la nieve se disipa y asoman, tras días ominosos, los primeros rayos de sol. Favalli, en medio de la algarabía, constata que los polos magnéticos se invirtieron y que el hemisferio sur pasó a ser el nuevo norte:

“El sur es el nuevo norte”, le dice con estupor a su amigo Juan.

Por supuesto que esta frase nos invita a jugar con otros sentidos, además del geofísico.

El sur hegemónico

El ecosistema tecnológico dominante en este escenario devastado se compone de vehículos –y otros artefactos– antiguos. En países como Estados Unidos, Canadá, Japón o Inglaterra, se trata de un conjunto tecnológico mayormente sin vida: toneladas y toneladas de chatarra que desde hace décadas forma parte de los estratos geológicos del planeta –ese “museo revuelto”.3

En nuestra región, y especialmente en los países que –como el nuestro– han procurado políticas proteccionistas para morigerar la voracidad del capitalismo global, tal conjunto tecnológico se compone de lo que podemos llamar, siguiendo a Hertz y Parikka (2012), “tecnologías-zombie”, es decir: tecnologías que, con adaptaciones y remiendos, es puesta nuevamente en circulación.4

Así las cosas, en el nuevo norte hegemónico el Peugeot 404 y el Fiat 600, la Estanciera y el Escarabajo, vuelven a adquirir el protagonismo que alguna vez tuvieron. Notemos que estas tecnologías todavía nos dan margen para que podamos ejercer algún tipo de control. Una persona curiosa, como lo es Favalli, bien podría apropiarse de estos artefactos en virtud de su relativa opacidad. Por el contrario, los motores a inyección electrónica, tan comunes hoy en día, son para la gran mayoría de lxs seres humanxs una verdadera caja negra.

Notemos también que Favalli representa en la serie a un auténtico ingeniero, esto es: una persona que seguramente, al momento de inscribirse en la Facultad, ya había desarmado toda clase de artefacto tecnológico. Aquellos que ingresaron a la carrera buscando una profesión bien paga –como es común en nuestro tiempo–, difícilmente sepan cómo lidiar con la mecánica de un Rastrojero, o con una radio a válvula.

[Nota mental : arreglar este tipo de artefactos debería ser una bolilla obligatoria en carreras humanistas donde la perspectiva histórica es altamente valorada.]

En definitiva, en el nuevo norte hegemónico, un lugar en donde pisar cabezas te puede convertir en un verdadero pelotudo, quien alguna vez se obsesionó con entender por qué funcionan las cosas que en gran medida estructuran nuestro hacer cotidiano, podría volverse un agente decisivo para preservar la especie.

“Lo’atamo con alambre”

El estado de despojo que enfrentan los personajes de El Eternauta los conecta, primero, con el egoísmo más vil; luego, por mero instinto de preservación, con la necesidad hobbesiana de un pacto de convivencia; finalmente, con la constitución de un nuevo orden –en la serie, encabezado por los jerarcas militares de Campo de Mayo. Paulatinamente, la resistencia adquiere un ropaje maquínico y cada individuo deviene un engranaje del sistema. El enemigo es, sin matices, una máquina. Su objetivo consiste en cooptar a los individuos de la resistencia y controlarlos suprimiendo su capacidad de resolución creativa de problemas. Un estadio de fútbol –justo ahí donde la creatividad no tiene vergüenza en nuestro país– se convierte en el centro de entrenamiento militar para un ejercito de zombies. Así, la figura del zombie representa en El Eternauta exactamente lo opuesto al personaje de Favalli. Criado seguramente entre máquinas, en la serie el tano es el individuo menos automatizado. Sin embargo, o justamente por ello, este personaje guarda una relación amorosa con los artefactos y nunca cae en la frivolidad de la vacua adoración, ni mucho menos en la negación y el rechazo.

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El tano Favalli es, en palabras del filósofo de la técnica Gilbert Simondon, un “pastor de las máquinas”. Meticuloso, preocupado, con alambre y otros materiales consiguió hacer, recuperando aquello que en los países llamados del ‘primer mundo’ transformaron en chatarra, que su equipo llegara a jugar el tiempo suplementario de un partido final por la supervivencia.

 

1 Basada en el historieta de 1957 de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López.

2 En la serie es Ingeniero Electrónico; en la historieta orginal es Físico.

3 Hasta el año 2012, solamente en Estado Unidos por año se desechan alrededor de 400 millones de unidades de aparatos electrónicos de consumo. Cf. Garnet Heartz, Jussie Parikka (2012), “Zombie Media: Circuit Bending Media Archaeology into an Art Method”, Leonardo, Vol. 45, No. 5, pp. 424–430.

4 Cf. Hetz, Parikka 2012.

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