BABEL 2.0

“Quiero to´a la money, quiero una medasha” canta Nicky Nicole en The Tonight Show de Jimmy Fallon con su voz ronquita y aterciopelada. Suena rara la fonética del spanglish zurcida con algunas “shes” propias de la vocalización rioplatense. El evento mediático-cultural de la cantante rosarina ocupando cuatro minutos del show televisivo más visto de los Estados Unidos pasó desapercibido para buena parte del público argentino pero, adhiriendo o no al estilo musical, fue sin lugar a dudas un hito destacado para la música latinoamericana contemporánea y una puesta en escena de alta factura.

Luego de “Wapo traketero”, entró al set Lunay y juntos cantaron “No toque mi Naik” para cerrar un mini-espectáculo digno de una artista de nivel internacional. Imposible no quedarse enganchado con alguna de las estrofas de la canción que comienza a “loopeársenos” en la cabeza como una letanía. A mi se me pegó “…Así que mami tamo´redi pal´pari pero…” y estuve tarareándola inconscientemente por casi 36 horas.

“No toque mi Naik” es una de esas delicias literarias centennials que horrorizan a conservacionistas del lenguaje, miembros de la Real Academia y profesores de gramática. El transpanglish de raperos, traperos, reguetoneros, freestylers y jóvenes en general no es simplemente una mezcla arbitraria de idiomas y modismos. Es un representación textual, cruda, abreviada, desnormativizada y rebosante de atajos de una nueva forma de expresión. Una nueva dimensión de la palabra. Un dialecto que no tiene siquiera las reglas de una protolengua sin reglas.

Hoy en día, viajando por Centroamérica o por Miami, no es extraño (digamos que es lo más común) escuchar esas expresiones mixtas en las que pronombres en castellano están salpicados por verbos en inglés, sustantivos en chilango mexicano y licencias lingüísticas por el estilo. Pero la insoslayable globalización –principalmente la mediática y la cultural- nos está empujando precipitadamente hacia la construcción de nuevas herramientas de expresión y comprensión masivas (populares). Una suerte de verbalización lineal y directa. “Naik” es Nike porque así suena; “tamo´redi pal pari” es “estamos ready para el party” (estamos listos para la fiesta) porque así suena y “Wapo” es guapo porque así suena. Un principio en el que todo lo que implique ahorrar o simplificar significantes aumenta la fluidez de la comunicación. Esto no tiene nada que ver con niveles de (an)alfabetización sino más bien con una necesidad socio-cultural de hacer extensivo el lenguaje a la mayor cantidad de personas posible.

Existe un idioma español, que se mezcla con un idioma inglés, que se mezclan con un lenguaje adolescente, que se mezclan con todos los modismos nacionales y regionales, que se mezclan con todos los modismos de segmentaciones sociales, que se mezclan con los neologismos que inundan las redes, que se mezclan con todas siglas propias de la tecnosfera y que ahora además se mezclan con el lenguaje inclusivo. Imagínense. Las combinaciones son infinitas.

Está visto que el hablar de la calle cada vez se aleja más del dictado de la academia. La jerga de los alumnos toma distancias astronómicas del tesoro resguardado por la R.A.E. La lengua está más viva que nunca porque es la forma de interacción social más elemental, primitiva y universal que existe. En un mundo hipercomunicado la palabra comienza a recuperar su soberanía ius proprium, independiente de naciones, estados y fronteras. Engrillarla dentro de diccionarios y manuales de estilo es una pretensión que podríamos calificar de conservadora y casi reaccionaria. Después de todo el idioma también es una forma de colonización cultural y en ese sentido al día de hoy aún le rendimos tributo a la madre patria. La multiplicidad de lenguas atenta contra el entendimiento entre los individuos y exacerba las diferencias. El extranjero es más extranjero cuando no entiendo lo que me dice.

Imaginar la literatura de las próximas décadas será un verdadero desafío. Pensar la reconfiguración de los colegios bilingües será un auténtico ejercicio premonitorio cuando todas estas formas de comunicación verbal se hayan fundido en un solo lenguaje prebabélico. Lamentablemente este texto todavía responde (al menos en parte) a los dictámenes del viejo orden, pero hay buenas noticias: nuevas generaciones están reconstruyendo la torre y, de no mediar un dios mezquino que venga a confundirlos, esta vez sí la levantarán hasta el cielo.

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